Los nuevos datos del CEP celebran una baja en la pobreza, pero omiten la precariedad estructural del trabajo, el estancamiento de los salarios y la explotación sistemática que sostiene la acumulación de riqueza en las capas dominantes.
Por Equipo El Despertar
El Centro de Estudios Públicos (CEP), vocero habitual del pensamiento empresarial y la tecnocracia neoliberal, ha publicado su último informe celebrando una baja en la pobreza multidimensional en Chile desde 2017. Una noticia que los medios masivos y el gobierno han repetido sin matices, como si se tratara de una victoria colectiva. Sin embargo, desde una mirada de izquierda, esta supuesta mejora no es sino una sofisticada operación ideológica para encubrir el fracaso estructural del modelo capitalista chileno.
El estudio indica que el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensional habría disminuido de un 28,3% en 2017 a un 19,6% en 2024. Pero esta cifra —más allá de su cuestionable metodología y enfoque tecnocrático— encubre una verdad fundamental: lo que ha disminuido no es la pobreza, sino la capacidad de medirla en sus formas más brutales. En palabras de Marx, “la riqueza de las sociedades en las que predomina el modo de producción capitalista aparece como una ‘acumulación inmensa de mercancías’”… pero no así la vida digna para quienes las producen.
Los criterios para definir la “pobreza multidimensional” incluyen acceso a servicios básicos, empleo, educación y salud, lo que permite maquillar cifras gracias a mejoras mínimas en políticas asistencialistas. Pero nada dice este informe sobre la calidad de esos empleos: trabajo informal, subcontratación, jornadas extenuantes y salarios miserables son parte del “milagro” que el CEP presenta como éxito.
Como lo advertía Marx en su análisis sobre la acumulación del capital: “el método capitalista de producción […] reproduce incesantemente la pobreza del obrero, velando, por tanto, por que existan siempre […] capitalistas que concentran en sus manos la propiedad de todos los medios de vida”.
Los analistas del CEP omiten el crecimiento de la deuda de los hogares, la crisis habitacional, el colapso del sistema de salud y pensiones, y la mercantilización total de la vida cotidiana. ¿Cómo puede afirmarse que hay menos pobreza cuando el grueso de la población vive al día, bajo un régimen de endeudamiento perpetuo?
Peor aún, la reducción de la pobreza medida por el CEP no se corresponde con una mejora real en la distribución del ingreso. Por el contrario, la concentración de la riqueza sigue aumentando, mientras el pueblo trabajador apenas logra sobrevivir. Lo que vemos aquí es lo que Engels llamaba “la falsa apariencia de libertad e igualdad dentro de la esclavitud asalariada”.
Este tipo de informes alimenta la narrativa de los sectores políticos que gestionan el modelo neoliberal con rostro humano: “no es necesario cambiar las estructuras, solo administrarlas mejor”. Pero para la izquierda que lucha por una transformación profunda, este optimismo tecnocrático es una trampa ideológica. La verdadera superación de la pobreza no vendrá de ajustes cosméticos, sino de la ruptura con el sistema que la reproduce.
El informe del CEP es un ejemplo más del uso ideológico de las estadísticas para reforzar el consenso capitalista. No mide la pobreza con una vara humana, sino con el metro del mercado. Para el pueblo trabajador, no hay nada que celebrar: lo que llaman “progreso” es, en realidad, una administración más eficiente de la miseria.
¡La lucha no es contra la pobreza, sino contra el sistema que la necesita para existir!