Por Redacción Popular
Una investigación reciente de El Mercurio ha desnudado lo que millones de trabajadores sospechan desde hace décadas: la casta judicial chilena, ese grupo que impone penas y castigos a los pobres y a los enemigos del Modelo , también goza de privilegios propios de una nobleza burocrática intocable.
Según el informe, al menos 14 funcionarios del Poder Judicial—incluyendo jueces y ministros—han utilizado licencias médicas para tomarse vacaciones encubiertas en el extranjero. Visitas a Miami, Nueva York o Buenos Aires durante supuestos cuadros de “estrés laboral” se han convertido en una forma sistemática de evasión del trabajo, amparada en el blindaje institucional del Poder Judicial.
Más que un escándalo puntual, se trata de una muestra palmaria del carácter de clase del Estado. Mientras miles de trabajadores son despedidos por faltar un solo día, mientras la clase obrera debe mendigar licencias en la COMPIN, los funcionarios del aparato judicial, bien pagados con dinero público, se toman el lujo de descansar a cuerpo de rey, sin consecuencias.
El Poder Judicial, lejos de ser el “poder independiente” que se nos enseña en la educación cívica liberal, funciona como un enclave de la élite, blindado por sus propios pares y ausente de fiscalización real. La investigación revela que apenas una minoría de los casos detectados ha derivado en sanciones efectivas. La mayoría quedó, como siempre, en sumarios administrativos eternos o en la nada.
Este comportamiento se condice con el papel que el Poder Judicial ha jugado históricamente en Chile: protector del orden capitalista, enemigo de los movimientos sociales y herramienta disciplinadora contra el pueblo trabajador. Desde los tiempos en que criminalizaban la huelga obrera hasta su reciente papel en la criminalización de la protesta, los tribunales han servido fielmente a la clase dominante.
Hoy, cuando el 7,5% de la población vive en pobreza según datos recientes, y cuando el salario mínimo sigue condenado a la miseria, resulta obsceno que una minoría privilegiada se dé el lujo de vacacionar bajo pretexto de enfermedad. Es una burla para las masas explotadas que mantienen en pie este sistema podrido.
La izquierda no puede conformarse con la denuncia moral. Urge una reforma estructural del Estado y la democratización real del Poder Judicial, con participación de organizaciones sociales y sindicales, bajo control popular. Pero más allá de eso, esta noticia reafirma una vieja verdad marxista: el Estado burgués no es neutral, es el aparato de dominación de una clase sobre otra. Y como tal, su verdadera enfermedad es crónica: se llama privilegio de clase.