Un sujeto fue detenido por Carabineros en la comuna de Hualpén, región del Biobío, tras intentar comercializar una subametralladora UZI a través de redes sociales. La operación fue frustrada gracias a una denuncia anónima que alertó a las autoridades sobre la venta del arma de guerra, un modelo de origen israelí diseñado para uso militar y utilizado ampliamente por el ejercito de ocupación en el ganocidio en curso contra el pueblo palestino,.
El individuo, de 29 años, fue interceptado mientras transportaba el arma oculta en una mochila, lista para ser entregada a un presunto comprador. Además de la subametralladora, se incautaron municiones calibre 9 milímetros y un celular desde donde se habría coordinado la transacción.
El sujeto quedó en prisión preventiva, formalizado por infracción a la Ley de Armas. La Fiscalía de Talcahuano solicitó un plazo de 90 días para la investigación.
Pero la verdadera noticia —que no verás en los grandes medios— no está en la detención del individuo, sino en las condiciones materiales que permiten que un joven chileno intente vender armamento militar sionista por internet, como si fuera un parlante usado o una consola de videojuegos. Porque, mientras los expertos moralistas se rasgan las vestiduras, el capitalismo sigue incubando su propia violencia en los márgenes abandonados del mercado formal.
¿Una excepción o el síntoma de una sociedad enferma?
En lugar de abordar la raíz del problema —la miseria estructural, la exclusión sistemática y la militarización del territorio— las autoridades celebran la detención como una victoria del orden público. Pero detrás del acto ilegal hay un diagnóstico más profundo: la reproducción de la violencia como forma de sobrevivencia en los márgenes del capital.
La subametralladora UZI, diseñada para operaciones bélicas, reaparece aquí como mercancía, objeto de intercambio en un mercado informal que no responde a la ley, pero sí a la lógica del capital: todo se compra, todo se vende, incluso la muerte, si es rentable.
Este joven no trafica armas porque sea inherentemente criminal. Lo hace porque el capital ha reducido todas las relaciones humanas a relaciones mercantiles, y cuando el trabajo legal no da para vivir, el mercado negro se convierte en alternativa —con balas en lugar de pan.
El verdadero delito: pobreza y despojo
La prensa burguesa convierte al detenido en “delincuente”, pero jamás dirá una palabra sobre la desigualdad, el desempleo estructural ni la segregación territorial que produce estos escenarios. Tampoco diran nada sobre como llegó esa arma a manos de este joven, ni que en las comunas ricas las armas no se venden por Facebook, porque ya están legalizadas en manos de empresarios, cazadores y exmilitares. La diferencia no es ética: es de clase.
En suma, más que una nota policial, esto es un retrato de época: la barbarie capitalista ha naturalizado que un joven con hambre pueda ofrecer un arma de guerra en redes sociales sin asombro generalizado. El horror no es que haya intentado vender una UZI; el horror es que nadie se pregunte por qué.