El Tribunal de Garantía de Temuco decretó prisión preventiva para Víctor Cuevas, director de la Fundación InnovArauco, en el marco de la investigación por el fraude de más de 1.180 millones de pesos recibidos desde el Gobierno Regional de La Araucanía. Según la Fiscalía, el imputado y sus colaboradores simularon actividades, falsificaron rendiciones de cuentas y desviaron fondos públicos a cuentas personales o empresas relacionadas.
Aunque los medios lo presentan como un nuevo “escándalo de corrupción”, lo que se evidencia es la continuidad del modelo de tercerización neoliberal, donde el Estado financia a privados para que ejecuten tareas públicas —sin control real, ni rendición de cuentas—.
Las fundaciones como rostro amable de la desposesión
La Fundación InnovArauco, al igual que muchas otras involucradas en el llamado “Caso Convenios”, no es una organización sin fines de lucro en términos reales. Es un mecanismo empresarial disfrazado de ONG, que capta recursos públicos bajo el discurso de lo “territorial” y “social”, pero opera con la lógica del capital: maximización de rentas, opacidad, clientelismo.
Esto no es un error del sistema. Es su diseño. El Estado neoliberal no ejecuta políticas públicas: las externaliza. Las fundaciones se convierten en subcontratistas del gasto social, mientras los territorios siguen marginados y el capital sigue acumulando.
La Araucanía: laboratorio de despojo, represión y corrupción cruzada
Que este caso ocurra en La Araucanía no es casual. Esta región ha sido históricamente zona de disputa entre el capital forestal, el Estado chileno y el pueblo mapuche. Hoy, además de militarizada, es campo fértil para el negocio de la pobreza institucionalizada: fundaciones, ONG, consultoras, todas “atendiendo el conflicto” mientras se lucran con fondos públicos.
El resultado es doblemente perverso:
- El conflicto se administra, no se resuelve.
- La pobreza se terceriza, no se combate.
¿Corrupción? Sí. Pero de clase, no solo moral
La indignación ante estos casos suele limitarse a la ética: “ladrones”, “sinvergüenzas”, “delincuentes”. Pero desde una perspectiva marxista, la corrupción no es una excepción al sistema: es la forma normal de acumulación en el capitalismo periférico.
“El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.”
(Marx, El Manifiesto Comunista)
Estas fundaciones —como las SOFOFA o los think tanks libertarios— operan dentro del capitalismo de Estado: el capital privatiza ganancias y socializa los costos, incluso cuando se disfraza de “intervención social”.
Conclusión: los convenios no fallaron. Cumplieron su función
Lo que falló no fue el convenio. Lo que falló fue el secreto. La filtración, el ruido mediático, el juicio. Pero el sistema de traspaso de recursos públicos a privados sigue intacto.
Este caso muestra con claridad que el problema no son los sujetos individuales corruptos, sino la estructura que permite y promueve la circulación del capital a través del Estado.
El País no necesita más fundaciones. Necesita territorio, soberanía y reparación histórica. Y Chile no necesita más ONG ni think tanks: necesita un Estado al servicio del pueblo trabajador, no del capital disfrazado de ayuda.