Sáb. Ago 2nd, 2025

Editorial: El imperialismo no trae paz: la presencia militar de EE.UU. en Asia Occidental como eje de dominación global

Jul 20, 2025

Desde los años 40, y con más fuerza desde 1990 tras la caída del bloque soviético, Asia Occidental se transformó en el punto neurálgico de la política de guerra permanente del imperialismo norteamericano. No por casualidad, esta región concentra el 65% de las reservas energéticas comprobadas del mundo, es corredor logístico vital entre África, Asia y Europa, y aloja las rutas religiosas y políticas de las civilizaciones más antiguas del planeta.

Por Editor El Despertar

Desde la invasión a Afganistán en 2001 hasta la ocupación encubierta de partes de Siria y la complicidad directa con el genocidio en Gaza, la presencia militar de Estados Unidos en Asia Occidental (llamado por los mapas imperiales “Medio Oriente”) no ha significado otra cosa que guerra, despojo, apartheid y subordinación de los pueblos. Lejos de ser una estrategia defensiva, la red de bases, tropas y alianzas forzadas en la región constituye un sistema articulado de control territorial, energético y político, cuyo fin último es la reproducción ampliada del capital imperialista global.

Desde una perspectiva marxista e internacionalista, la expulsión total de las fuerzas armadas de Estados Unidos de Asia Occidental es una condición histórica y necesaria para cualquier proyecto de paz real, soberanía regional y liberación popular. No habrá justicia sin descolonización. No habrá tregua sin resistencia.

Desde los años 40, y con más fuerza desde 1990 tras la caída del bloque soviético, Asia Occidental se transformó en el punto neurálgico de la política de guerra permanente del imperialismo norteamericano. No por casualidad, esta región concentra el 65% de las reservas energéticas comprobadas del mundo, es corredor logístico vital entre África, Asia y Europa, y aloja las rutas religiosas y políticas de las civilizaciones más antiguas del planeta.

Para el capital financiero y el complejo industrial-militar estadounidense, el control sobre esta región no es solo un asunto de política exterior: es un pilar estructural de su hegemonía global.

Pero, como bien señalaba Lenin en El imperialismo, fase superior del capitalismo, este tipo de dominación no se mantiene por diplomacia ni mercados: se impone por medio de la fuerza armada.
De ahí la multiplicación de bases militares (más de 50 en la región), flotas navales, drones asesinos, ejércitos contratados y alianzas con regímenes títeres como Arabia Saudita, Qatar o Israel.

Uno de los grandes fraudes de la dominación imperialista en Asia Occidental ha sido la narrativa de “la guerra por la paz”. Cada intervención militar, Irak 2003, Libia 2011, Siria 2015, Yemen por interposición saudita, ha sido justificada con argumentos “humanitarios”: Derrocar dictadores, liberar a las mujeres, impedir armas químicas, y detener el terrorismo.

Pero los resultados concretos han sido exactamente lo contrario: millones de muertos, Estados destruidos, soberanías arrasadas, pueblos desplazados y una región completamente subordinada a los intereses de Washington y Tel Aviv.

Como afirmaba Frantz Fanon en Los condenados de la tierra, el colonialismo siempre habla el lenguaje de la civilización. En el lenguaje del império, cuando se quiere aplastar a un pueblo para controlar sus bienes comunes, se comienza por decir que se le quiere ayudar.

La red militar estadounidense en Asia Occidental, como en America latina y en cualquier parte del mundo, no es defensiva ni temporal: es un sistema de ocupación prolongada, equivalente en su lógica al apartheid sionista en Palestina. Bases como Al Udeid en Qatar, Ain al-Asad en Irak, y la presencia ilegal en el noreste sirio no solo garantizan control militar, sino también político y económico: condicionan las políticas internas, bloquean procesos democráticos e impiden cualquier integración soberana entre pueblos árabes, persas, kurdos o turcos.

La supuesta “estabilidad” que EE.UU. promete es, en realidad, la estabilidad del capital petrolero, de las monarquías feudales, del sionismo armado y del caos permanente para los pueblos.
Solo la expulsión total de sus tropas, asesores, mercenarios y sistemas de inteligencia puede abrir paso a una paz verdadera.

Frente a esta ocupación permanente, los pueblos han respondido con formas diversas de lucha: Hezbolá en Líbano, las Hachd al-Shaabi en Irak, los hutíes en Yemen, el Frente Polisario en el Sahara occidental, y la resistencia palestina en Gaza y Cisjordania.

La prensa occidental los llama “terroristas”, pero son —en términos históricos— expresiones legítimas de lucha anticolonial, de resistencia popular, de autodeterminación nacional. de la misma manera como lo lo planteaba Ho Chi Minh frente a la agresión estadounidense en Vietnam: El que lucha por su tierra no es terrorista, es patriota.

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