Pese al tono solemne, el evento se desarrolla en un contexto de claro agotamiento del proyecto progresista en Chile y el mundo, acompañado de una crisis profunda de las instituciones que se busca fortalecer, debido a su incapacidad de dar respuestas a los graves problemas que aquejan a los pueblos. Además, la cumbre reúne a gobiernos que han abandonado o negociado con el Capital, reformas clave de sus programas, lo que les ha valido una baja en la adhesión popular.
Por Equipo El Despertar
Bajo la consigna de “defender la democracia frente al autoritarismo”, el presidente Gabriel Boric inauguró este lunes la Cumbre Progresista Global en Santiago. La instancia —organizada por el Gobierno en conjunto con fundaciones vinculadas al socialismo democrático europeo— busca articular respuestas desde el progresismo institucional ante el crecimiento de las fuerzas ultraderechistas en América Latina y el mundo.
A la cita asisten Pedro Sánchez (España), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay), quienes afirman buscar fortalecer los valores democráticos, combatir la desinformación y cerrar brechas sociales en un mundo cada vez más tensionado . de hecho, en una columna conjunta publicada en El Mercurio, los mandatarios alertaron sobre la fragilidad democrática: “La democracia es frágil si no se cuida”, remarcaron.
Durante su discurso, Boric advirtió que “el negacionismo y la intolerancia se están volviendo moneda corriente” y llamó a los asistentes a recuperar la confianza ciudadana en la política democrática a través del “diálogo, la responsabilidad y el respeto institucional”.
Los temas que se abordarán son el fortalecimiento de la democracia y el multilateralismo, con propuestas lideradas por el Presidente Boric; la reducción de las desigualdades, presentadas por el Presidente de Brasil Luis Ignacio Lula Da Silva; y la lucha contra la desinformación y regulación tecnológica, tema coordinado por el presidente de España, Pedro Sánchez . Las conclusiones serán elevadas a la próxima Asamblea General de la ONU en septiembre .
Pese al tono solemne, el evento se desarrolla en un contexto de claro agotamiento del proyecto progresista en Chile y el mundo, acompañado de una crisis profunda de las instituciones que se busca fortalecer, debido a su incapacidad de dar respuestas a los graves problemas que aquejan a los pueblos. Además, la cumbre reúne a gobiernos que han abandonado o negociado con el Capital, reformas clave de sus programas, lo que les ha valido una baja en la adhesión popular.
Además, varios de los gobiernos que se reconocen en la cumbre —como los de Lula en Brasil o Petro en Colombia— enfrentan presiones constantes de la clase dominante de sus paises, para moderar sus agendas, mientras ceden al capital transnacional, mientras se mantienen intactas las matrices extractivistas y represivas del estado.
En definitiva, lo que se presenta como “defensa de la democracia” no es más que la defensa de una administración del orden neoliberal con rostro humano. De hecho, la cumbre no discute la concentración económica de los medios que manipulan la opinión pública, ni el poder de veto de las grandes empresas sobre cualquier reforma estructural; tampoco la persistencia del modelo de AFP en Chile, ni la complicidad de los tribunales con los intereses del gran empresariado, a escala global.
Todo se reduce a “moderar los extremos” y “fortalecer las instituciones”, las mismas que vienen hace años fracasando en dar respuestas a las demandas y dolores de la ciudadanía, sin tocar la raíz del problema: el poder del capital sobre la vida social y el sistema político.
Mientras en el salón se habla de “democracia” y “diálogo”, en la calle continúan los desalojos, la represión a vendedores ambulantes, la criminalización del movimiento mapuche y el abandono de la vivienda social. La “lucha contra el extremismo” parece limitarse a gestos simbólicos, sin contenido material: no se toca la propiedad privada de los medios de producción, ni se democratiza la economía, ni se cuestiona el endeudamiento permanente como forma de vida. ¿Qué clase de antifascismo es este, si no se atreve a romper con el neoliberalismo que incubó al fascismo moderno?
La historia lo ha demostrado una y otra vez: cuando el progresismo se limita a administrar la miseria sin tocar los privilegios, no frena el ascenso del fascismo: lo prepara. La ultraderecha, que hoy critica la realización de esta cumbre, crece precisamente cuando la izquierda institucional se convierte en gerente del capital con lenguaje inclusivo.
Por eso, la única verdadera alternativa no vendrá desde foros progresistas financiados por fundaciones europeas, sino desde la organización popular, la democracia directa, el internacionalismo de clase y la ruptura radical con el régimen del capital.
Lo que hoy se presenta como cumbre, no es más que un velorio del proyecto reformista. Y lo que llaman defensa de la democracia, es la defensa de un orden injusto que se cae a pedazos.