El patrón global es el mismo en todas parte bajo distintas formas: privatizar, militarizar, precarizar. Estos tres casos, agua privatizada en Argentina, genocidio en Palestina, austeridad en Francia, configuran una trama global: el capital se apropia de todo, desde los recursos más esenciales hasta la vida misma,
Por Editor El Despertar
En un mundo al borde del colapso ecológico y social, el capital avanza sin freno sobre nuestras vidas. En Buenos Aires, el gobierno de Javier Milei avanzó en la privatización de AySA, la estatal de agua potable y alcantarillado que abastece a casi 4 millones de hogares. Un decreto elimina la cuota pública intransferible, autoriza cortes por morosidad y abre la puerta a tarifazos trimestrales por parte de privados, haciendo de la sed un negocio transformando el derecho humano al acceso al agua para el beneficio de unos pocos.
Privatizar el agua no es solo quitar el control del Estado. Es transformar el derecho a la vida en mercancía: el líquido vital queda sujeto al veloz cálculo del mercado, donde ganancia implica exclusión. El decreto habilita cortes en caso de atraso, premiando la rentabilidad por encima de la dignidad de millones.
Este saqueo no es aislado. En Palestina se perpetra un genocidio sostenido, donde el capital bélico y el imperialismo encuentran justificativo en el terror. Los cadáveres cuentan menos que las ganancias de armas y la expansión geopolítica. El capital no retrocede: se reproduce mediante la guerra, el despojo y la destrucción. la idea es apropiarse del territorio pero sin sus habitantes eternos.
Simultáneamente en Europa, François Bayrou, primer ministro galo, propone un plan de austeridad de €43.800 M para 2026: recortes de pensiones, eliminación de miles de empleos públicos, supresión de festivos, un nuevo ciclo de precarización. Obstaculizado por sindicatos y eclosiones populares, chalecos amarillos, paros de transporte, huelgas, representa un ataque directo al derecho a la seguridad social y al tiempo de vida del pueblo.
Este ajuste neoliberal no es una “realidad inexorable”: es la versión avanzada de la ofensiva del capital contra la vida y la materialización de su plan para el plantea, quedarse con todo, con absolutamente todo. El Estado se retrae, la precariedad se instala, y el capital gana territorio y mercados, utilizando la deuda como herramienta disciplinaria, gestionando la vida de la clase dominante y la muerte de los pueblos que se cruzan en su camino.
El patrón global es el mismo en todas parte bajo distintas formas: privatizar, militarizar, precarizar. Estos tres casos, agua privatizada en Argentina, genocidio en Palestina, austeridad en Francia, configuran una trama global: el capital se apropia de todo, desde los recursos más esenciales hasta la vida misma, convirtiendo derechos en costo, dignidad en tabla de mercado, cuerpos en peones de la acumulación. No es “necesario”: es deliberado.
Frente a esta ofensiva unívoca, urge articular una respuesta global. Las luchas locales, como la resistencia al saqueo del agua en Buenos Aires o las protestas en París, no son aisladas. Son parte de una estrategia común de recuperación de lo común y de defensa integral de la vida.
Porque frente al capital, queda una sola salida: organización popular, alianza internacional, política emancipadora. No alcanzan los gestos moderados ni los parches institucionales; se exige un reagrupamiento sistemático entre quienes defendemos la vida como derecho, no como mercancía.