Este tipo de acciones de recuperación territorial autónoma se enmarcan en una larga historia de resistencia del pueblo mapuche frente al despojo colonial, la violencia del Estado chileno y el modelo de propiedad privada que desconoce los derechos colectivos sobre la tierra.
Por Equipo El Despertar
A primera hora del martes 22 de julio, diversas familias mapuche iniciaron una recuperación territorial en el sector de Malihue (Pellaifa), localidad de Liquiñe, en el corazón del Wallmapu. La acción fue encabezada por descendientes de Fernando Caniucura Llinquiman, quien habitó históricamente esas tierras desde su llegada en 1940, proveniente de Tralcapulli.
Según el comunicado público, el objetivo fue reocupar un territorio que consideran ancestral y legítimo, del cual fueron despojados en 1994 mediante uso de la fuerza policial, en circunstancias que afectaron directamente a Bernardo Caniucura, hijo de Fernando, y a sus hijos menores, quienes fueron lanzados del lugar mientras vivían allí.
“Hoy hemos hecho la reivindicación de nuestro espacio donde nacimos y nos criamos”, señala el documento firmado por cinco grupos familiares, quienes explican que encontraron el predio sin moradores y con los restos de la que fuera “nuestra casa”.
Este tipo de acciones de recuperación territorial autónoma se enmarcan en una larga historia de resistencia del pueblo mapuche frente al despojo colonial, la violencia del Estado chileno y el modelo de propiedad privada que desconoce los derechos colectivos sobre la tierra.
Desde una perspectiva crítica, el caso de Malihue no es aislado. Se inserta en un patrón de conflicto histórico donde: El Estado chileno ha consolidado el despojo territorial mediante títulos de merced, forestales, concesiones turísticas y represión policial; las familias mapuche históricas han sido desplazadas sistemáticamente desde sus territorios ancestrales, muchas veces sin compensación ni reconocimiento legal; y las recuperaciones comunitarias son formas de autoafirmación territorial y reconstrucción cultural ante la negación estructural de sus derechos.
Este tipo de acciones recuperan no solo tierras, sino memoria, identidad y derecho a existir como pueblo-nación con sistemas propios de vida. En el fondo, se disputa el modelo de propiedad heredado de la colonización y el Estado liberal; el derecho colectivo frente al derecho individual mercantilizado; el valor sagrado y funcional del territorio, en oposición al uso extractivo.
Firmaron el comunicado las familias Caniucura – Llancafilo, Hidalgo – Caniucura, Caniucura – Líen, Caniucura – Caniucura y Caniucura – Huinca. El acto de recuperación fue pacífico, sin enfrentamientos, y se basó en un relato de arraigo histórico, despojo forzado y herencia territorial comunitaria.
La recuperación territorial en Liquiñe expresa una verdad incómoda para la institucionalidad chilena: mientras se niega sistemáticamente el derecho del pueblo mapuche a vivir en su tierra, se consolidan privilegios coloniales y se reproduce el despojo. Este gesto de retorno no es un delito, es un acto de justicia histórica.
Como toda acción de este tipo, requiere no represión ni criminalización, sino reconocimiento político, restitución y diálogo desde la verdad. Porque no puede haber paz sin tierra, ni tierra sin justicia.