El bloque BRICS impulsa también iniciativas similares: acuerdos bilaterales en monedas propias, el desarrollo del sistema de pagos BRICS Pay y propuestas para una moneda común basada en una canasta de monedas y reservas de oro.
Por Equipo El Despertar
El 95 % del intercambio comercial entre Rusia y China ya se realiza en monedas nacionales, marcando un hito en el proceso de desdolarización global. Así lo confirmaron autoridades económicas de ambos países, destacando que el uso del dólar estadounidense en sus transacciones cayó del 25 % en 2022 a menos del 5 % en 2024, consolidando al yuan y el rublo como las monedas principales del comercio bilateral.
La medida, enmarcada en una creciente tensión geopolítica con Occidente, busca romper con la dependencia del sistema financiero estadounidense. Sanciones impuestas por EE.UU. a Rusia, y la amenaza de exclusión de sistemas como SWIFT, han impulsado a ambos países a crear vías de pago alternativas.
El bloque BRICS impulsa también iniciativas similares: acuerdos bilaterales en monedas propias, el desarrollo del sistema de pagos BRICS Pay y propuestas para una moneda común basada en una canasta de monedas y reservas de oro.
Desde una mirada crítica, este cambio abre interrogantes clave para América Latina: ¿Es posible pensar en acuerdos regionales que prioricen el uso de monedas locales, como ya hacen Argentina y Brasil con el yuan? ¿Cómo fortalecer bancos públicos y cooperativos que articulen soberanía financiera desde abajo? ¿Puede la desdolarización monetaria ir acompañada de una descolonización productiva y territorial?
Para economistas críticos, como los de la Tricontinental o Fundación SOL, el problema no es solo qué moneda se usa, sino quién decide, quién gana y quién pierde en cada transacción internacional.
Analistas marxistas advierten que la salida del dólar no basta si se mantiene la lógica extractiva. Cambiar de divisa sin alterar la estructura del comercio mundial, la acumulación de riqueza en pocas manos y la dependencia tecnológica, solo traslada el centro de gravedad, pero no cambia el sistema.
Como señala la economista brasileña Ana Penido:
“La verdadera desdolarización será cuando nuestras economías no dependan de exportar litio y soja a cambio de bienes industrializados, sino cuando podamos decidir colectivamente cómo producir, para quién y con qué valor de uso”.
El avance de Rusia y China en el abandono del dólar no es solo técnico ni financiero: es político. Refleja una nueva correlación de fuerzas global, pero también interpela a los pueblos del Sur a construir alternativas que no reproduzcan nuevas dependencias.
En América Latina, urge retomar el debate sobre soberanía monetaria, cooperación financiera regional y modelos de desarrollo basados en justicia social y control popular. La batalla por la moneda es también una batalla por el futuro.