El informe de la FAO no dice lo esencial: que el hambre no es producto de la falta de alimentos, sino de la mercantilización de la producción agrícola, la concentración de tierras y el control oligopólico de los sistemas de distribución. Como escribió Marx en El Capital: “El hambre no surge de la naturaleza, sino de la organización social de la producción.”
Por Equipo El Despertar
El nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que el hambre ha disminuido en América Latina y el Caribe, pasando de 43,2 millones a 37,6 millones de personas entre 2021 y 2023. La organización aplaude la baja pero sigue sin criticar las razones del hambre. Y mientras tanto en Gaza niños mueren de hambre a diario bajo la mirada cómplice del mismo organismo.
El organismo internacional califica esta cifra como “alentadora”, pero lo que el informe omite, y lo que no se dice en ningún titular de prensa, es que esta supuesta mejora deja fuera las causas estructurales del hambre; se basa en variaciones mínimas en un sistema global de distribución profundamente injusto, y convierte en “avance” que 37,6 millones de seres humanos no tengan garantizada la comida, en un continente que produce alimentos de sobra para alimentar a toda su población.
El informe de la FAO no dice lo esencial: que el hambre no es producto de la falta de alimentos, sino de la mercantilización de la producción agrícola, la concentración de tierras y el control oligopólico de los sistemas de distribución. Como escribió Marx en El Capital: “El hambre no surge de la naturaleza, sino de la organización social de la producción.”
Bajo el capitalismo agroexportador los campos se usan para exportar soja, palta y caña a Europa y China; los pequeños agricultores son expulsados por agroindustrias subsidiadas, los precios del pan, la leche o el aceite se fijan en bolsa, no según necesidad, y el Estado transfiere subsidios al agronegocio, pero no garantiza soberanía alimentaria.
La ONU declara un “descenso” del hambre porque 5,6 millones de personas más comen algo, pero 37,6 millones siguen sin garantizar el mínimo nutricional diario. En cualquier sistema digno, eso sería un escándalo. Pero en el lenguaje de la gobernanza global neoliberal, es un “logro”.
El informe elogia a países que implementaron “programas de transferencia directa” o “subsidios focalizados”, pero no cuestiona el modelo estructural basado en deuda, monocultivo, transgénicos, importaciones, pesticidas y tratados de libre comercio.
América Latina y el Caribe alimentan al mundo, pero no a sus propios pueblos. Brasil es uno de los principales exportadores de carne, pero 21 millones de brasileños padecen inseguridad alimentaria severa. Argentina exporta trigo y maíz, pero el consumo de leche y carne cayó a mínimos históricos en 2024; Chile exporta frutas, pero en los sectores populares se vive a pan y té; Haití importa el 80% del arroz que consume, mientras sus campos están en manos de transnacionales multimillonarias.
El hambre no se combate con tecnocracia. Se combate con reforma agraria, soberanía alimentaria, planificación socialista y ruptura con el capital transnacional.