Mientras los think tanks liberales descalifican el proceso venezolano como “fraudulento” o “autoritario”, millones de venezolanos y venezolanas, en las comunas, consejos campesinos, circuitos obreros, organizaciones populares, siguen apostando por el proyecto bolivariano, porque entienden algo que la socialdemocracia nunca entenderá: Soberanía no es un tecnicismo electoral, es una necesidad de clase.
por Equipo El Despertar
“Hoy se consolidó la victoria histórica del bloque popular revolucionario”, declaró este domingo el presidente Nicolás Maduro tras conocerse los resultados de las elecciones municipales, donde el Bloque Popular Revolucionario (BPR) —articulación entre el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), organizaciones comunales, milicias y movimientos sociales— logró imponerse en más del 80% de las alcaldías del país.
Esta victoria electoral, en un país con más de 900 medidas coercitivas unilaterales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, representa algo más que un “triunfo electoral”: es una reafirmación de la legitimidad popular del proyecto bolivariano, a pesar del hambre inducido, los apagones, la inflación, el sabotaje, la guerra mediática y la presión diplomática.
Mientras los think tanks liberales descalifican el proceso venezolano como “fraudulento” o “autoritario”, millones de venezolanos y venezolanas, en las comunas, consejos campesinos, circuitos obreros, organizaciones populares, siguen apostando por el proyecto bolivariano, porque entienden algo que la socialdemocracia nunca entenderá: Soberanía no es un tecnicismo electoral, es una necesidad de clase.
En contextos de guerra económica y bloqueo imperialista, votar por el chavismo no es adhesión ciega, es resistencia consciente. Es saber que cualquier alternativa opositora traerá consigo la privatización del petróleo, el regreso del FMI; la entrega del país a Chevron, Repsol y el Pentágono; y la represión de las comunas y el desmontaje de la propiedad social.
Quienes apoyan críticamente el proceso bolivariano, como la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, el Partido Comunista de Venezuela o sectores autónomos, han denunciado burocratización interna, corrupción en niveles municipales, y contradicciones entre discurso socialista y alianzas tácticas con burguesías “nacionales”.
Pero aun así, la línea estratégica se mantiene: unidad popular, defensa del Estado-nación, control sobre los recursos estratégicos, economía mixta bajo soberanía nacional y profundización del poder vomunal.
Frente a eso, la derecha solo ofrece caos, subordinación y saqueo.
La victoria del BPR vuelve a incomodar a los aparatos coloniales disfrazados de “observadores internacionales”, que no dijeron nada cuando en Ecuador hubo fraude, cuando en Honduras mataron a Berta Cáceres, o cuando en Colombia reprimen comuneros.
Pero se escandalizan si un país bloqueado elige su propio destino sin pedir permiso a Washington. Esta victoria no es perfecta. Pero es propia. Popular. Latina. Antiimperialista. Y eso basta para que el mundo capitalista la declare ilegítima.
Venezuela, con todas sus contradicciones, sigue siendo el único país del continente donde el pueblo ha sostenido, durante más de dos décadas, una experiencia de poder popular institucionalizado. Con errores, sí. Con obstáculos enormes. Pero también con 3 millones de militantes comunales; más de 4.000 comunas en construcción, programas de educación y salud gratuitos, defensa del petróleo como propiedad nacional.
Y lo más importante, un pueblo que no se rinde. Como dijo Chávez: “No habrá revolución sin pueblo consciente. No hay patria sin soberanía.”