Sáb. Ago 2nd, 2025

Bolivia y la trampa electoral: cuando el Estado se convierte en su propio verdugo

Jul 29, 2025

Mientras tanto, la oposición boliviana, incapaz de articular un proyecto real, se reúne en un archipiélago de candidaturas que solo comparten el deseo de enterrar al MAS y restaurar el viejo orden oligárquico. Pero tampoco el MAS ha salido indemne. El partido que alguna vez encarnó los sueños indígenas y populares del Estado plurinacional, hoy aparece dividido, burocratizado, y más preocupado de sostener parcelas de poder que de reactivar su base movilizada.

Por: Editor El Despertar

El proceso electoral que atraviesa Bolivia no es, como muchos quisieran hacer creer, una celebración de la democracia. Es, más bien, la puesta en escena de una tragedia histórica: la captura de la voluntad popular por parte de una institucionalidad que, vaciada de contenido revolucionario, se volvió instrumento del desgaste, la traición y la restauración conservadora.

No nos confundamos. Lo que vive el pueblo boliviano no es simplemente una disputa entre dos facciones del MAS. Es el epílogo, aún abierto, de una ofensiva neoliberal que encontró en la fractura interna de los procesos progresistas una oportunidad dorada. Cuando Evo Morales es excluido de las elecciones no por el pueblo, sino por un tribunal funcional al poder, no estamos frente a una corrección jurídica: estamos frente a la continuidad de la guerra judicial (lawfare) como forma de proscripción de los liderazgos populares en América Latina.

Mientras tanto, la oposición boliviana, incapaz de articular un proyecto real, se reúne en un archipiélago de candidaturas que solo comparten el deseo de enterrar al MAS y restaurar el viejo orden oligárquico. Pero tampoco el MAS ha salido indemne. El partido que alguna vez encarnó los sueños indígenas y populares del Estado plurinacional, hoy aparece dividido, burocratizado, y más preocupado de sostener parcelas de poder que de reactivar su base movilizada.

¿Qué futuro se le ofrece al pueblo boliviano? ¿El retorno de las élites empresariales disfrazadas de modernidad o la continuidad de una administración estatal sin capacidad transformadora? Si las elecciones de agosto no van acompañadas de una revinculación con los movimientos campesinos, obreros e indígenas; si no hay un reencuentro con la calle y con el programa histórico de justicia, soberanía y descolonización, lo que tendremos no será un nuevo mandato popular, sino otro ciclo de frustración y restauración conservadora.

Y mientras todo esto ocurre, los grandes medios callan. La OEA calla. Estados Unidos sonríe desde la sombra. Porque para ellos, una Bolivia inestable, fragmentada y sin horizonte socialista, es una Bolivia funcional a sus intereses geopolíticos y extractivistas.

Desde la historia de nuestros pueblos, levantamos la voz para decir: la democracia no puede seguir siendo rehén del capital ni de sus operadores. Bolivia necesita una nueva insurgencia ética, una refundación desde abajo, y una izquierda que se atreva a decir lo que muchos callan: que sin lucha de clases no hay liberación, que sin soberanía económica no hay dignidad, y que sin poder popular no hay revolución posible.

Porque en Bolivia, como en toda América Latina, el futuro no se delega: se conquista.

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