Sáb. Ago 2nd, 2025

Un título no garantiza trabajo: lo que garantiza es deuda, frustración y plusvalía intelectual al servicio del capital.

Jul 29, 2025

Desde los años 90, Chile impulsó un modelo de educación superior basado en: Expansión masiva de universidades privadas, Endeudamiento vía CAE, créditos internos y aranceles desregulados, Formación funcional al mercado, no a las necesidades sociales, Promesas de movilidad social que hoy se revelan como fraude estructural.

Por Equipo El Despertar

Chile ha alcanzado un nuevo récord en desempleo profesional: según los últimos datos del INE, las personas con educación superior completa y sin trabajo llegaron al nivel más alto desde que se tiene registro. Esta cifra destruye uno de los dogmas centrales del neoliberalismo criollo: que el “esfuerzo individual” y el “mérito académico” garantizaban progreso, estabilidad y empleabilidad.

Nada más lejos de la realidad. Lo que tenemos hoy es una masa creciente de profesionales desocupados, endeudados por estudiar, frustrados por un sistema que los formó para un mercado que no los necesita.

Desde los años 90, Chile impulsó un modelo de educación superior basado en: Expansión masiva de universidades privadas, Endeudamiento vía CAE, créditos internos y aranceles desregulados, Formación funcional al mercado, no a las necesidades sociales, Promesas de movilidad social que hoy se revelan como fraude estructural.

Miles de jóvenes de sectores populares hicieron lo que se les dijo: estudiaron, se endeudaron, egresaron.
Y hoy trabajan como repartidores, call center o están desocupados. La falsa promesa meritocrática ha producido una generación sobrecalificada para el desempleo.

El marxismo enseña que el capital extrae valor de todo tipo de trabajo humano, no solo del manual.
El “ejército industrial de reserva”, esa masa de trabajadores disponibles para presionar a la baja los salarios, hoy incluye también a ingenieros, profesores, psicólogos, sociólogos, diseñadores, kinesiólogos.

¿Por qué? Porque no hay planificación productiva estatal que integre sus capacidades; las empresas absorben solo a quienes pueden explotar más intensamente; las universidades producen profesionales a destajo, sin vinculación real con el aparato productivo. Así, el capital usa el desempleo profesional como herramienta de disciplinamiento ideológico: “Agradece tu pega en Rappi. Podrías estar sin nada.”

Este colapso no es culpa de los estudiantes, ni de la “mala elección de carreras”, como repiten los opinólogos televisivos. Es consecuencia directa de un modelo que expande la educación superior como negocio, no garantiza empleo público, no articula planes nacionales de desarrollo científico, cultural o productivo, y encima culpa a los propios jóvenes por el desempleo que les impuso.

Este modelo transformó a la universidad en una máquina de deuda y expectativa, y al profesional en un sujeto precarizado que cree haber fallado personalmente.

Lo que necesitamos es empleo público planificado, democratización del conocimiento; fin al lucro universitario, inserción profesional en función de las necesidades del pueblo, reconversión del sistema productivo para integrar el conocimiento como herramienta de liberación, no como mercancía descartable. Como diría Marx “La educación debe estar subordinada al trabajo colectivo, y este, orientado al bienestar común.”

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