En el centro político, el informe ubica a El Mostrador, BioBioChile y Cooperativa. Su “neutralidad” consiste en criticar a distintos sectores sin cuestionar las bases del modelo neoliberal. Sin embargo, este centro actúa como amortiguador ideológico: presenta la idea de que el equilibrio está siempre dentro de los marcos del capital, deslegitimando por igual las propuestas reaccionarias y las transformadoras. En términos gramscianos, son piezas clave del “consenso pasivo”, donde la población es inducida a aceptar la estructura social como inevitable.
Por Equipo El Despertar
El Informe Nacional 2025 ofrece una radiografía del ecosistema mediático chileno, situando a los principales medios según su ubicación ideológica y evidenciando que, aunque el discurso se presente como plural, la estructura de propiedad permanece concentrada en manos de conglomerados ligados a la gran burguesía nacional e internacional. El mapa revela tres bloques: conservador-derecha, progresista-izquierda y “centro político”, cada uno con sus agendas, públicos y estrategias de influencia.
En el bloque conservador-derecha, el informe ubica a El Mercurio, La Tercera, Diario Financiero, Radio Agricultura, CNN Chile, Ex-Ante y El Líbero. Su agenda gira en torno a la “confianza empresarial”, la “estabilidad macroeconómica” y la “seguridad ciudadana” entendida como control social. Aquí se expresa con nitidez la función de estos medios como intelectuales orgánicos de la clase dominante, en términos gramscianos: no solo informan, sino que construyen un marco moral y político que naturaliza el orden capitalista y deslegitima la protesta social.
El bloque progresista o de izquierda incluye a Resumen Latinoamericano, El Ciudadano, Radio Universidad de Chile, El Siglo, Diario Red y diversas radios comunitarias. Estos medios cumplen un rol de contrahegemonía al visibilizar conflictos socioambientales, luchas sindicales y violaciones a derechos humanos. Sin embargo, el informe advierte que su limitada capacidad económica y su dependencia de plataformas corporativas los coloca en desventaja estructural. Gramsci señalaba que la contrahegemonía necesita no solo producción de contenido crítico, sino también infraestructura propia que dispute la centralidad del discurso burgués, algo que en Chile sigue pendiente.
En el centro político, el informe ubica a El Mostrador, BioBioChile y Cooperativa. Su “neutralidad” consiste en criticar a distintos sectores sin cuestionar las bases del modelo neoliberal. Sin embargo, este centro actúa como amortiguador ideológico: presenta la idea de que el equilibrio está siempre dentro de los marcos del capital, deslegitimando por igual las propuestas reaccionarias y las transformadoras. En términos gramscianos, son piezas clave del “consenso pasivo”, donde la población es inducida a aceptar la estructura social como inevitable.
Más allá de las etiquetas ideológicas, el informe enfatiza la concentración oligopólica de la propiedad mediática: El Mercurio S.A.P. y Copesa dominan la prensa escrita; conglomerados como Bethia concentran radio y TV; y gran parte del periodismo digital depende de la publicidad privada y estatal. Esto no es solo un problema de mercado, sino de poder: la clase dominante controla no solo los medios de producción materiales, sino también los de producción simbólica, asegurando la reproducción de su hegemonía cultural.
La lección estructural que deja el informe es clara: en el capitalismo chileno, la “pluralidad” mediática es una ilusión regulada por los límites que impone el capital. Como advertía Gramsci, la hegemonía no se sostiene solo con coerción, sino con consenso fabricado, y los medios son la maquinaria central de esa producción de sentido. Romper este cerco no implica únicamente crear medios alternativos, sino disputar el control de la infraestructura comunicacional, formar periodistas e intelectuales orgánicos al movimiento popular y articular redes de comunicación que funcionen como instrumentos permanentes de contrahegemonía.