La encuesta es también una operación de disciplinamiento político. Su mensaje es claro: “resígnense, el próximo presidente será Kast”. La burguesía no solo financia campañas, también produce climas de opinión. Tal como Marx advirtió en La ideología alemana, las ideas dominantes de cada época “no son otra cosa que la expresión ideal de las condiciones materiales dominantes”. En este caso, la ideología encuestadora funciona como dispositivo de legitimación para imponer a la ultraderecha como horizonte inevitable.
Por Equipo El Despertar
La última encuesta Cadem revela que un 38% de los consultados cree que José Antonio Kast será el próximo presidente de Chile. La cifra, repetida como verdad absoluta por los medios empresariales, no mide preferencias políticas profundas, sino la eficacia del bombardeo ideológico que legitima al candidato de la ultraderecha. No es el “pueblo” quien habla en esas encuestas: es la clase dominante, que a través de sus aparatos mediáticos y encuestadores intenta naturalizar a su candidato como destino inevitable.
Kast no es una anomalía, es la expresión más descarnada del proyecto de clase que desde hace décadas gobierna Chile: defensa irrestricta de la propiedad privada, represión a los trabajadores organizados, criminalización de los pobres y sumisión obediente al imperialismo estadounidense. Que aparezca encabezando expectativas en los sondeos solo confirma que el capital está dispuesto a dejar atrás el maquillaje progresista y volver a la mano dura, ahora sin complejos.
La encuesta es también una operación de disciplinamiento político. Su mensaje es claro: “resígnense, el próximo presidente será Kast”. La burguesía no solo financia campañas, también produce climas de opinión. Tal como Marx advirtió en La ideología alemana, las ideas dominantes de cada época “no son otra cosa que la expresión ideal de las condiciones materiales dominantes”. En este caso, la ideología encuestadora funciona como dispositivo de legitimación para imponer a la ultraderecha como horizonte inevitable.
Lo interesante es que, pese a los números, la popularidad de Kast no se asienta en conquistas sociales reales, sino en el miedo, la inseguridad y el cansancio de un pueblo golpeado por la precariedad estructural. El capital sabe que mientras más pobreza y descontento exista, más fácil es vender la receta reaccionaria del “orden” como salvación. Y ahí está el peligro: cuando la frustración no se organiza en clave de lucha de clases, el fascismo se nutre de ella.
En definitiva, la Cadem no mide futuro, mide hegemonía burguesa. Y si la izquierda se conforma con indignarse ante los resultados, sin construir organización ni disputar poder en los territorios, entonces el fascismo tendrá vía libre para seguir avanzando. Porque los patrones ya eligieron a su carta, y la encuesta no es más que la alfombra roja para coronarlo.