Vie. Sep 12th, 2025

Bolsonaro al borde de la condena: el golpismo en juicio y el imperialismo en acción

Sep 10, 2025

Bolsonaro, por supuesto, se declara inocente. Pero las pruebas lo incriminan: documentos incautados, mensajes en redes sociales, declaraciones de aliados y hasta planes para asesinar a Lula, al vicepresidente Alckmin y al propio juez Moraes. La Fiscalía sostiene que el expresidente era el jefe de una “verdadera organización criminal” incrustada en el propio gobierno. Si algo confirma este proceso, es lo que Marx señalaba sobre el Estado burgués: no es un árbitro neutral, sino un aparato donde la clase dominante coloca sus bandas organizadas para imponer su voluntad.

Por Equipo El Despertar

La Corte Suprema de Brasil avanza en un proceso inédito: el juicio que podría condenar a Jair Bolsonaro a más de 40 años de cárcel por intentar subvertir el orden democrático tras su derrota frente a Luiz Inácio Lula da Silva. Con los votos ya emitidos por Alexandre de Moraes y Flávio Dino, solo falta uno más para asegurar la mayoría necesaria. Se acusa al exmandatario de liderar una organización criminal que buscaba perpetuarse en el poder mediante un golpe de Estado. Lo que está en juego no es solo la suerte personal de Bolsonaro, sino el futuro de la democracia brasileña frente al proyecto autoritario de la ultraderecha.

El juez Moraes fue tajante: “Brasil casi volvió a una dictadura”. En su voto de más de cinco horas, relató cómo la conspiración comenzó en 2021 y culminó en los ataques del 8 de enero de 2023 contra las sedes de los tres poderes en Brasilia. Según el magistrado, hubo un plan coordinado para abolir violentamente el Estado de derecho. El guion parece calcado de manuales fascistas: sembrar el caos, desacreditar el sistema electoral, azuzar a las fuerzas armadas, y finalmente ocupar el poder a sangre y fuego.

Bolsonaro, por supuesto, se declara inocente. Pero las pruebas lo incriminan: documentos incautados, mensajes en redes sociales, declaraciones de aliados y hasta planes para asesinar a Lula, al vicepresidente Alckmin y al propio juez Moraes. La Fiscalía sostiene que el expresidente era el jefe de una “verdadera organización criminal” incrustada en el propio gobierno. Si algo confirma este proceso, es lo que Marx señalaba sobre el Estado burgués: no es un árbitro neutral, sino un aparato donde la clase dominante coloca sus bandas organizadas para imponer su voluntad.

La ultraderecha brasileña ya mueve sus fichas. Legisladores aliados discuten un proyecto de amnistía para Bolsonaro, con apoyo de sectores mayoritarios en el Congreso. El gobernador de San Pablo, Tarcísio de Freitas, exministro del propio Bolsonaro y posible candidato presidencial, afirma que “hay votos de sobra” para aprobarla. En otras palabras, la burguesía brasileña calcula que quizá le convenga salvar a su peón antes que sentar un precedente de que los poderosos pueden ir a la cárcel.

A esto se suma el intervencionismo descarado de Donald Trump. El presidente estadounidense no dudó en calificar el juicio como una “caza de brujas” y anunció aranceles del 50% a exportaciones brasileñas, además de sancionar a funcionarios como Moraes. Una vez más, el imperialismo norteamericano se coloca al lado de la reacción latinoamericana, confirmando que la defensa de “la libertad” y “la democracia” solo aplica cuando sirven a sus intereses. Cuando un aliado golpista está en apuros, la Casa Blanca se convierte en su refugio diplomático.

La estrategia de Trump no solo busca blindar a Bolsonaro, sino también enviar un mensaje a todo el continente: cualquier intento de juzgar a la ultraderecha contará con represalias económicas. Lenin lo hubiera descrito como “la política exterior del capital financiero”, donde los aranceles y sanciones son armas tan efectivas como los tanques. Lo grotesco es que se sanciona a quienes intentan frenar un golpe de Estado, mientras se protege a quienes lo planificaron.

Para el pueblo brasileño, lo que se juega en este juicio va mucho más allá de Bolsonaro. Se trata de definir si el Estado de derecho es capaz de resistir a la ofensiva de la ultraderecha, o si todo quedará en un pacto de impunidad entre élites. La posibilidad de que un expresidente sea condenado por golpismo abre un escenario nuevo, donde la justicia podría ser un terreno de disputa real. Pero cuidado: ninguna sentencia judicial sustituye la movilización popular como garante de la democracia. Si el pueblo no mantiene viva la memoria del 8 de enero y no defiende sus conquistas en la calle, la reacción volverá a intentarlo.

En conclusión, Bolsonaro encarna la fusión entre fascismo criollo e imperialismo yanqui. Su caída sería un golpe simbólico contra la ultraderecha continental. Pero su absolución o amnistía confirmaría que, en América Latina, la justicia sigue siendo administrada al compás de los intereses del capital y de Washington. Como advertía Rosa Luxemburgo: “La libertad siempre ha sido la libertad para el que piensa de manera diferente”. Lo que Bolsonaro quiso imponer fue la libertad del fuerte para aplastar al débil. Su condena no sería venganza, sino una advertencia: el golpismo no puede quedar impune.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *