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Portugal reconoce a Palestina: gesto diplomático en medio del hambre y los escombros

Sep 20, 2025
Foto Euronews.com

El gesto portugués llega tras casi dos años de un genocidio que ha convertido a Gaza en una economía de asedio: corredores “humanitarios” administrados como válvulas de presión, destrucción sistemática de infraestructura civil, desplazamientos masivos y un régimen de bloqueo que convierte calorías y litros de agua en estadísticas de supervivencia. El Consejo de Seguridad vio 14 votos a favor de un alto el fuego inmediato… y un veto de Washington. En ese marco, reconocer a Palestina es también un modo de decir: no toda Europa está dispuesta a ser cola de ratón de la Doctrina del veto.

Por Equipo El Despertar

Portugal anunció que reconocerá al Estado de Palestina en la próxima sesión de la Asamblea General de la ONU. La cancillería de Lisboa lo presentará el domingo 21 de septiembre, con aval del primer ministro Luís Montenegro y del presidente Marcelo Rebelo de Sousa, según adelantó el canciller Paulo Rangel. La nota oficial lo enmarca como paso en sintonía con “otros países”, el parte menciona a Francia, Australia, Reino Unido y Canadá, y como señal de reposicionamiento en un tablero donde el veto estadounidense al alto el fuego y la hambruna en Gaza han dejado a Europa moralmente desnuda.

En clave material, el reconocimiento es barato si no viene con precio para los que bombardean y sitian. El derecho internacional no se defiende con comunicados: se defiende con embargo de armas, sanciones comerciales, ruptura de cooperación policial/tecnológica con actores involucrados en crímenes y apoyo explícito a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional y el acatamiento de medidas de la Corte Internacional de Justicia. Lo demás es un sello en el pasaporte de un pueblo sin aeropuerto. Si la fuerza material (dinero, armas, logística) sigue yendo en la misma dirección, el reconocimiento se disuelve en la semántica.

El gesto portugués llega tras casi dos años de un genocidio que ha convertido a Gaza en una economía de asedio: corredores “humanitarios” administrados como válvulas de presión, destrucción sistemática de infraestructura civil, desplazamientos masivos y un régimen de bloqueo que convierte calorías y litros de agua en estadísticas de supervivencia. El Consejo de Seguridad vio 14 votos a favor de un alto el fuego inmediato… y un veto de Washington. En ese marco, reconocer a Palestina es también un modo de decir: no toda Europa está dispuesta a ser cola de ratón de la Doctrina del veto.

No confundamos efectos con causas. La base del conflicto es colonial: apropiación de tierra y agua, fragmentación territorial, enclaves y control de la movilidad de la fuerza de trabajo palestina. Reconocer un Estado que no controla fronteras, recursos naturales ni su propio espacio aéreo es admitir una soberanía amputada. La pregunta incómoda para Lisboa (y para cualquiera que siga esta senda) es simple: ¿qué transferencia real de poder acompaña el reconocimiento? ¿Se traducirá en presión para levantar el asedio, desmilitarizar los corredores y garantizar reconstrucción bajo control palestino, o quedará como la estampilla elegante de una tragedia administrada?

También hay cálculo europeo. En un mundo de cadenas de suministro frágiles y dependencias energéticas, el Sur global observa quién reparte sanciones y quién reparte culpas. Reconocer a Palestina puede recuperar crédito político en el Mediterráneo y en África, y reposicionar a Lisboa como actor de puente en la ONU. Pero si al día siguiente se mantienen compras de sistemas y software de vigilancia a empresas vinculadas a la ocupación, el puente no lleva a ninguna parte. El comité europeo decidirá, en última instancia, si pesa más la balanza comercial o la vida civil.

En términos de clase, el reconocimiento no alimenta a nadie por sí mismo, pero abre una rendija para que sindicatos, universidades, municipios y empresas públicas portuguesas ajusten su conducta: boicot a contratos con firmas que lucran con el apartheid, revisión de inversiones y cláusulas de derechos humanos en compras estatales. El internacionalismo no es un tuit: son cadenas de valor reorientadas para no financiar la maquinaria de asedio. Si la política queda en el nivel simbólico, ganan los de siempre: los fabricantes de armas, los intermediarios de reconstrucciones que nunca llegan y los fondos que arbitran ruinas.

Al final, reconocer a Palestina puede ser el piso de un cambio, si viene con costo para los perpetradores y poder para los desposeídos, o el techo de una hipocresía continental. Lisboa dio el paso. Falta lo difícil: que la diplomacia no se conforme con inaugurar mapas y olvide que, sin derecho a la vida material, no hay Estado que reconocer. “La violencia es la partera de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva” (Marx, El Capital, Libro I). Ojalá la nueva no nazca a punta de excavadoras y contratos; ojalá nazca con pan, agua y tierra.

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