En el mundo de las finanzas capitalistas, las crisis no se explican como accidentes fortuitos, sino como manifestaciones inevitables de su lógica estructural: acumulación desmedida, opacidad operativa, concentración monopólica y, por sobre todo, un desprecio absoluto por las consecuencias sociales de sus maniobras. Lo sucedido con el Fondo Capital Estructurado I, diseñado por LarrainVial Activos para salvar de la quiebra a Antonio Jalaff, no es un caso aislado: es el reflejo obsceno de cómo el capital financiero protege a sus propios soldados, aun si para ello debe sacrificar a centenares de pequeños inversionistas, violar regulaciones, y mancillar hasta el mínimo vestigio de ética empresarial.
Bajo la coartada de la “reestructuración”, LarrainVial urdió un esquema que no tenía otra finalidad que proteger al empresario inmobiliario Jalaff del desastre financiero, socializando sus pérdidas mediante un fondo aparentemente profesional, pero diseñado a la medida del deudor. El fondo recibió dos clases de aportes: “Serie A”, con acreencias antiguas reempaquetadas, y “Serie B”, con inversionistas nuevos que metieron capital fresco creyendo en una promesa de rentabilidad.
¿Resultado? Una pérdida inmediata de más del 80% de su valor para los inversionistas de la Serie B en apenas un año. Una estafa clásica. O, como diría Marx, una demostración palmaria de que “el capital no tiene moral, tiene intereses”.
“Los capitalistas, como tales, sólo tienen una pasión: el enriquecimiento.” — Karl Marx, El Capital, tomo I
La lógica de LarrainVial es brutal y transparente: cuando un empresario amigo cae, se crea un fondo para salvarlo; cuando el fondo falla, se culpabiliza al mercado o a una supuesta mala suerte. No es corrupción: es la administración normal del capitalismo financiero chileno.
Peor aún, la misma red de amistades entre ejecutivos (Manuel Bulnes, los hermanos Jalaff, etc.) funcionó como aceite de engranaje para maquillar la operación como un negocio viable, cuando en realidad era un mecanismo de salvataje cruzado donde los capitales circulaban como en una comedia de enredos financieros: se captaban aportes nuevos para pagar deudas viejas, incluyendo, cómo no, facturas falsas vendidas por Factop, empresa vinculada a los hermanos Sauer.
¿Y quién quedó con las manos limpias? Nadie. Ni siquiera los ejecutivos formalizados, que tras un año de suspensión condicional del procedimiento podrían volver impunes a sus puestos. Aunque, claro, ahora “en otras funciones”. Una rotación gerencial, no un castigo.
“El capital teme la ausencia de ganancias, como la naturaleza teme el vacío. Con una ganancia adecuada, el capital se vuelve audaz. Con un 100%, puede pisotear todas las leyes humanas.” — Thomas Dunning, citado por Marx en El Capital
La Comisión para el Mercado Financiero, ese viejo burócrata liberal que reacciona tarde y mal, aplicó sanciones que suenan escandalosas solo para quien aún cree que existe “autorregulación” del mercado: más de 100 mil UF en multas (unos 3.900 millones de pesos), una cifra significativa pero insignificante si se compara con los 8 mil millones de pesos que el holding desembolsará para tapar esta vergüenza.
¿Quién paga realmente? La utilidad de 2024 no se repartirá, los ejecutivos no verán cárcel, y los grandes inversionistas institucionales (AFP, bancos, aseguradoras) no son parte de los acuerdos reparatorios. Sólo los individuos con ahorros personales., como María Angélica Sancho Pernas y Luis Marambio Herrera, adultos mayores, tuvieron alguna esperanza de justicia, gracias a la apelación que revocó la suspensión del procedimiento penal. Es decir: el capital se protege a sí mismo, y los desechables son, como siempre, los “pequeños” y los que no tienen lobby.
El capitalismo chileno es una república de notables que administra sus escándalos como “eventos reputacionales”. Aquí no hay “robo”, sino “estructuración financiera agresiva”. No hay “estafa”, sino “riesgo de mercado”. No hay saqueo, sino “un mal resultado no previsto”. El lenguaje técnico sirve para ocultar el contenido criminal de la operación. Una vez más, lo que se impone es la lógica de clase: los que tienen capital, lo usan para crear más capital incluso a costa de defraudar a sus propios clientes.
La prensa burguesa lo llama “golpe reputacional”. Un marxista lo llama saqueo institucionalizado.
Lo ocurrido con este fondo no es una anomalía. Es un aviso. Una expresión de la descomposición moral y económica del capital financiero chileno, cada vez más desconectado de la producción real y más adicto a la especulación entre amigos. Eduardo Galeano lo dijo con amarga precisión:
“La justicia es como las serpientes: sólo muerde a los descalzos.”
Y si el Ministerio Público se atreve, esta vez, a morder también a los encorbatados de LarrainVial, entonces, por una vez, habremos presenciado algo más que un simulacro de justicia.