Dom. Sep 28th, 2025

Gaza: la deshumanización del pueblo palestino y el silencio de la humanidad

Sep 24, 2025

La deshumanización es parte del mecanismo que sostiene este genocidio. Cuando el ministro israelí Yoav Gallant declaró en 2023: “Estamos luchando contra animales humanos”, justificó dejar sin agua y sin pan a más de dos millones de personas. Netanyahu describe a Gaza como un “nido de terroristas”, pero en esas ruinas lo que vemos son madres que buscan a sus hijos bajo los escombros, médicos operando sin anestesia, niños cargando bidones vacíos. Deshumanizar significa negarles el derecho mismo a existir.

Por Dra. Ariadne Conte Chassin-Trubert

Occidente ha construido un relato que legitima la deshumanización del pueblo palestino. Mientras se multiplican las imágenes de niños muertos de hambre, hospitales destruidos y familias enterradas bajo los escombros, el discurso oficial insiste en llamar a esto “defensa propia” de Israel. Estados Unidos, una vez más, ha usado su veto en la ONU para impedir que la comunidad internacional actúe. Pero ¿cómo puede llamarse defensa propia al bloqueo de alimentos, al corte de agua, a bebés que mueren en incubadoras sin electricidad?

La Convención contra el Genocidio fue aprobada en 1948 tras los horrores del Holocausto. El jurista Raphael Lemkin, creador del concepto, advirtió que ningún Estado podía ampararse en la soberanía para justificar un crimen de exterminio. Ese “nunca más” debía ser universal. Hoy, en Gaza, ese compromiso está siendo traicionado a la vista del mundo.

La deshumanización es parte del mecanismo que sostiene este genocidio. Cuando el ministro israelí Yoav Gallant declaró en 2023: “Estamos luchando contra animales humanos”, justificó dejar sin agua y sin pan a más de dos millones de personas. Netanyahu describe a Gaza como un “nido de terroristas”, pero en esas ruinas lo que vemos son madres que buscan a sus hijos bajo los escombros, médicos operando sin anestesia, niños cargando bidones vacíos. Deshumanizar significa negarles el derecho mismo a existir.

La raíz está en el despojo histórico. En 1948, con la Nakba, más de 700 mil palestinos fueron expulsados de sus tierras para crear Israel. Desde entonces la ocupación, el despojo y la colonización no se han detenido. Hamas, surgido en 1987, es solo una consecuencia de esa realidad insoportable. Occidente lo llama terrorismo, pero silencia el terrorismo de Estado de Israel, con bombardeos contra escuelas y campamentos de refugiados. Sí, Hamas ha cometido actos condenables, pero reducir la historia a eso es esconder la verdad: el origen del horror está en la ocupación.

No nos engañemos. Gaza no es un “conflicto” entre iguales. Es un pueblo sitiado y hambriento frente a una de las maquinarias militares más poderosas del planeta. Hoy los palestinos no luchan por conquistar nada, luchan por sobrevivir al hambre, a la sed y a la muerte diaria. El agua y el pan se han convertido en armas de guerra. No hay simetría. No hay excusas. Es genocidio.

El Partido Comunista de Chile ha estado siempre del lado del pueblo palestino, en una relación leal incluso cuando parte de la comunidad palestina en Chile ha optado por la derecha. Nuestra solidaridad no depende de coincidencias coyunturales, sino de un principio: estar siempre con la víctima y nunca con el victimario. Esa es la esencia de nuestro internacionalismo.

Cuando hablamos de silencio, nos referimos a los gobiernos y organismos internacionales que pudiendo detener este genocidio no lo hacen. No sería justo ignorar que cientos de ONGs y trabajadores humanitarios arriesgan sus vidas cada día en Gaza, y que millones de personas han marchado en todo el mundo para exigir justicia, incluidas comunidades judías que recuerdan que el “nunca más” no puede ser selectivo. Ser antisionista no es ser antisemita: es rechazar un proyecto político que oprime y expulsa a otro pueblo.

Es necesario dejarlo aún más claro: el término “semita” no se refiere únicamente a los judíos, sino a un conjunto amplio de pueblos del Medio Oriente y África —entre ellos árabes y palestinos— que hablan lenguas semíticas. Por eso, usar “antisemitismo” solo como sinónimo de odio a los judíos es un error conceptual y una distorsión histórica. Esta confusión, sin embargo, ha sido utilizada deliberadamente por sectores sionistas para victimizarse y deslegitimar cualquier crítica a Israel. Criticar al sionismo no es atacar al pueblo judío: es denunciar un proyecto político que, en nombre de esa identidad, ha cometido crímenes de ocupación, despojo y exterminio contra otro pueblo igualmente semita: el palestino.

Los números ya no son abstracciones: son cadáveres, escombros, gritos que resuenan en hospitales sin luz ni instrumentos. En Gaza, ya han muerto más de 60.000 palestinos desde octubre de 2023, entre ellos cerca de 18.430 niños, según Naciones Unidas. Se habla de cientos de periodistas caídos —247 en total— mientras intentaban dar cuenta del horror. Miles han quedado heridos, muchos mutilados, otros agonizan sin anestesia. Escuelas usadas como refugio, hospitales bombardeados, clínicas sin medicinas… niños sedientos, madres buscando agua en ruinas, cuerpos de bebés que nadie puede enterrar. Estos datos no son cifras, son testimonios de un sufrimiento que nos obliga a no mirar hacia otro lado.

El silencio cómplice ante esta atrocidad no puede ser aceptado por la humanidad. ¿En qué momento se perdió la capacidad de empatía frente a un horror tan evidente? Los gobiernos han dado señales de solidaridad, pero han sido tibias frente a la magnitud de este crimen. Hoy, más que nunca, se requiere valentía política y moral para llamar las cosas por su nombre. Y si las imágenes de niños muriendo de hambre, de familias enteras arrasadas, no conmueven, entonces no solo somos cómplices: estamos dejando que la indiferencia destruya nuestra humanidad misma.

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