Con la mediación en curso, el tablero es claro: la empresa querrá acotar el costo (bonos puntuales, pequeños ajustes, nada estructural); el sindicato llega con mandato fuerte y expectativa de mejoras reales en salario, dotaciones, descansos, seguridad y fin de prácticas discriminatorias (temas que suelen aparecer en estas negociaciones). Aquí no hay “servicio esencial” que prohíba la huelga: la ley chilena prevé servicios mínimos y equipos de emergencia para riesgos, pero no anula el derecho a paralizar. Rosa Luxemburg lo recordó hace un siglo: “La huelga de masas no es un artificio que se decreta, sino un fenómeno histórico” .
Por Equipo El Despertar
La organización sindical de Salcobrand (Salco Brand) informó una participación histórica en su votación de huelga: 2.291 votantes y un 95,42% de participación, con un 30% del padrón votando en la primera hora. El resultado fue contundente: la huelga legal quedó aprobada por amplia mayoría, y se activó la etapa de Mediación Obligatoria ante la Dirección del Trabajo por cinco días hábiles. Si no hay acuerdo en ese plazo, la huelga se hace efectiva.
El dato no es menor en un sector que opera con turnos rotativos, metas y comisiones, y que, desde la pandemia, multiplicó tareas sin que la remuneración ni las dotaciones crecieran al mismo ritmo. El retail farmacéutico, el mismo que fue condenado por colusión, vive de la rotación de productos y del tiempo del personal: cada minuto comprimido en caja, bodegas y mesones es plusvalía para la empresa y agotamiento para las personas. Marx lo describió sin eufemismos: “El capital es trabajo muerto que sólo se reanima chupando trabajo vivo; y cuanto más trabajo chupa, más vive” (El Capital, t. I, Obras Escogidas, Progreso, 1980).
Con la mediación en curso, el tablero es claro: la empresa querrá acotar el costo (bonos puntuales, pequeños ajustes, nada estructural); el sindicato llega con mandato fuerte y expectativa de mejoras reales en salario, dotaciones, descansos, seguridad y fin de prácticas discriminatorias (temas que suelen aparecer en estas negociaciones). Aquí no hay “servicio esencial” que prohíba la huelga: la ley chilena prevé servicios mínimos y equipos de emergencia para riesgos, pero no anula el derecho a paralizar. Rosa Luxemburg lo recordó hace un siglo: “La huelga de masas no es un artificio que se decreta, sino un fenómeno histórico” .
El conflicto además toca la cesta básica de los hogares: medicamentos y productos de cuidado. Precisamente por eso, el poder de negociación del personal es concreto: si las tiendas paran, se siente. La empresa jugará la carta del “impacto al cliente”; el sindicato, la de la dignidad laboral y el trato justo. Silvia Federici ofrece la clave: sin reconocer y financiar la reproducción de la vida (tiempo, salud, cuidados), toda “eficiencia” es precarización desplazada a los hogares.
No es un episodio aislado. Farmacias y laboratorios han sido campeones de rentas en ciclos recientes; los titulares por colusiones y márgenes han convivido con sueldos contenidos en sala de ventas. La huelga obliga a transparentar esa ecuación: ¿cuánto del excedente se convierte en salarios y dotaciones, y cuánto en dividendos y expansión? Gramsci lo llamaría una disputa por hegemonía en el lugar de trabajo: quién define la normalidad y a qué precio.
En lo inmediato, el éxito sindical será medible: reajuste real (por sobre inflación), escalas que reduzcan brechas entre base y “estrellas”, tiempos de descanso protegidos, protocolos contra maltrato y metas alcanzables sin castigo. También mecanismos de seguimiento para que lo firmado se cumpla. Todo lo demás será papel. Angela Davis lo dice sin rodeos: los derechos no se conceden por cortesía; se arrancan y se defienden organizadamente.
La dirección sindical avisó que comunicará calendario y pasos de la mediación. El mensaje a su base fue nítido: unidad y firmeza. Bien leído: lo que se gana en mesa se sostiene con participación. O, como recordaba Mariátegui, la organización obrera no vive de proclamas, sino de “voluntad de lucha y creación”.