Desde hace más de una década, Cuba ha sido pionera en el desarrollo de una vacuna terapéutica contra el cáncer de pulmón, una de las principales causas de muerte en el mundo. Se trata de CIMAvax-EGF, un innovador inmunógeno producido por el Centro de Inmunología Molecular (CIM), que no busca prevenir la enfermedad, sino estimular el sistema inmunológico del paciente para detener su avance.
Desarrollada desde los años 90 y aprobada en Cuba en 2008 para uso nacional, la vacuna ha sido aplicada en miles de pacientes dentro y fuera del país, y ha generado creciente interés en el mundo científico internacional, incluso en centros de investigación de Estados Unidos.
A diferencia de una vacuna preventiva tradicional, CIMAvax-EGF actúa como una inmunoterapia, al bloquear la acción del factor de crecimiento epidérmico (EGF), una proteína clave en la proliferación descontrolada de células tumorales en algunos tipos de cáncer de pulmón.
Esto no significa una cura total, pero sí ha demostrado un aumento en la sobrevida de pacientes en estado avanzado, una mejora en la calidad de vida, y una reducción del tamaño tumoral en combinación con otras terapias.
Lo notable de este desarrollo es que Cuba logró producir esta tecnología biomédica sin participación de multinacionales ni patentes extranjeras, en un país sometido a más de 60 años de bloqueo económico, financiero y comercial por parte de EE.UU.
La vacuna fue resultado de investigación pública, con participación de universidades, centros estatales y el sistema de salud. Su aplicación es gratuita para todos los ciudadanos cubanos.
“No solo se trata de una vacuna, sino de un símbolo de lo que puede lograr la ciencia socialista al servicio del pueblo”, señaló en su momento el Dr. Agustín Lage, figura clave en el desarrollo del CIM.
Paradójicamente, Estados Unidos —el país que impone el bloqueo a Cuba— comenzó en 2016 a colaborar con el CIM para realizar ensayos clínicos conjuntos. El Roswell Park Cancer Institute de Nueva York firmó un acuerdo con La Habana para investigar los efectos de CIMAvax en el sistema oncológico norteamericano.
Esta cooperación evidenció una contradicción profunda:
el país más rico del planeta necesitaba una vacuna producida por un pequeño país bloqueado.
El caso de CIMAvax demuestra que es posible producir ciencia de punta sin fines de lucro, fuera del circuito de las grandes farmacéuticas. Cuba no patentó la vacuna globalmente con fines de explotación comercial, sino que la compartió con países del Sur, como Venezuela, Colombia, Perú, China y Vietnam.
La OMS ha reconocido el avance cubano en inmunoterapia, y varios países han solicitado replicar el modelo de cooperación biomédica.
CIMAvax no es solo un avance médico. Es un acto de dignidad científica frente a un mundo donde los medicamentos vitales son propiedad de fondos de inversión. En Cuba, la vacuna se ofrece como parte del sistema nacional de salud, sin costo y sin exclusión.
En tiempos donde el cáncer se ha convertido en uno de los principales flagelos globales, el ejemplo cubano interpela al mundo: ¿Por qué la ciencia debe obedecer al mercado, si puede estar al servicio de la vida?