La resistencia yemení, liderada por el movimiento Ansar Allah (hutíes), ha intensificado el bloqueo marítimo contra embarcaciones vinculadas al estado genocida de Israel y sus aliados en el mar Rojo, una de las principales rutas comerciales del mundo. La estrategia, que ya ha obligado a decenas de navieras internacionales a desviar sus rutas, representa un golpe político, económico y simbólico contra el régimen sionista, en respuesta directa a su ofensiva genocida en Gaza.
“No permitiremos que barcos que sostienen el genocidio palestino sigan cruzando por nuestras aguas como si nada pasara”, declaró un portavoz militar hutí en Al Masirah TV.
Desde fines de 2023, Yemen ha emergido como uno de los principales actores de la resistencia efectiva al sionismo, no con comunicados diplomáticos ni gestos simbólicos, sino con acciones directas en el plano logístico y geoestratégico: Interceptación de barcos afiliados a compañías israelíes o estadounidenses; amenazas creíbles a embarcaciones del eje OTAN-Golfo; y disuasión real que ha elevado el costo del comercio para Tel Aviv.
Israel ha tenido que redirigir rutas comerciales y reforzar medidas militares en puertos clave, lo que representa un costo económico millonario y una clara demostración de vulnerabilidad.
El cierre parcial de esta vía marítima, por donde transita cerca del 15% del comercio global, ha comenzado a generar fricciones entre aliados de Israel, que ven sus intereses afectados.
Navieras como Maersk y Hapag-Lloyd han suspendido operaciones en la zona, mientras que el precio de los seguros marítimos se ha disparado, afectando directamente a las exportaciones israelíes.
Este nuevo frente —abierto por un país empobrecido, bombardeado y asediado por años por Arabia Saudita y EE.UU.— coloca a Yemen como un actor incómodo pero clave en la nueva correlación de fuerzas regional.
Lejos del relato occidental que criminaliza cualquier acción de defensa del pueblo palestino, los ataques hutíes no son “piratería”, sino bloqueo activo contra el crimen sistemático.
Israel bombardea hospitales y niños, Yemen bloquea contenedores y mercancías. El desequilibrio no es militar: es ético.
“La resistencia yemení ha hecho más por Palestina que muchas cumbres diplomáticas árabes en 30 años”, señala un analista del eje de la resistencia.
Estados Unidos y el Reino Unido han incrementado su presencia naval en el mar Rojo, bajo el disfraz de proteger la “libertad de navegación”. Pero lo que realmente buscan es garantizar que el comercio mundial siga funcionando aunque el genocidio continúe.
Mientras tanto, la solidaridad popular con Yemen crece en los países del Sur Global, y hasta en sectores del propio Occidente. Asediado por una coalición de potencias desde 2015, con miles de muertos por bombardeos saudíes y hambre impuesta, el pueblo yemení ha demostrado que la dignidad no se rinde ante las bombas ni ante los puertos bloqueados. Hoy, su mar es un arma contra el olvido. Su resistencia, una piedra en el zapato del colonialismo sionista.