Se olvidó que ha sido en “las instituciones” donde, solo a 2021, 1188 menores de edad fallecieron, en cargo del SENAME. Fue en “las instituciones” donde generales corruptos de las FF.AA desfalcaron miles de millones de pesos, con otros miles de millones más desfalcados en Carabineros. Es bajo los ojos de “las instituciones” que funcionarios FACh trafican droga, o se roban armas y municiones a la Armada. Y son esas mismas instituciones las que, ante la movilización popular, respondieron con más de 300 casos aislados de trauma ocular y cerca de 30 muertos en contexto de la protesta.
Tomás Opazo Rodríguez
“Hay que dejar que las instituciones funcionen” “deben respetarse y acatarse sus conclusiones”, pareciera que estas frases se han convertido en un mantra indiscutido en la política actual. Desde oposición al oficialismo, se asume de manera plena la legitimidad de un orden que hace aguas por todos los flancos. Pareciera que se prohíbe pensar en un sistema alternativo, la crítica a “las instituciones “ ha sido vetada, y quien la enuncie se transforma un irresponsable cuyo derecho de participar en el “juego democratico” -abstracción más ridícula es difícil encontrar- es cuestionable.
Desde el gobierno, y la amplia mayoría de partidos, se han decidido vendar los ojos ante flancos que otrora eran, al menos para la izquierda, injusticias evidentes, pruebas de la necesidad de repensar nuestra institucionalidad, esa misma que hoy se blinda. En un equívoco de que será aquello lo que demostrará la seriedad y “garantías de gobernabilidad” de un sector que se suponía venía a transformar Chile
Se olvidó que ha sido en “las instituciones” donde, solo a 2021, 1188 menores de edad fallecieron, en cargo del SENAME. Fue en “las instituciones” donde generales corruptos de las FF.AA desfalcaron miles de millones de pesos, con otros miles de millones más desfalcados en Carabineros. Es bajo los ojos de “las instituciones” que funcionarios FACh trafican droga, o se roban armas y municiones a la Armada. Y son esas mismas instituciones las que, ante la movilización popular, respondieron con más de 300 casos aislados de trauma ocular y cerca de 30 muertos en contexto de la protesta.
Son “las instituciones” políticas, económicas y judiciales, las que validan, defienden, promueven y reproducen la acumulación capitalista del empresariado, los sistemas de AFP e Isapres, la privatización de la educación. Todo a costa de las mayorías trabajadoras. Hemos llegado a encontrar normal y lógico que sea el Estado el que deba encargarse de subsidiar a las empresas que se declaran incapaces de pagar sueldos dignos a sus trabajadores sin poner en jaque sus tasas de ganancia.
El congreso, la institución legislativa, resulta hace tiempo de los espacios más deslegitimados por el pueblo, con proyectos que demoran años, sino décadas, en tramitarse, constantes vínculos de corrupción, reformas que no llegan, o llegan a medias. Con una correlación de fuerzas siempre desfavorable para los proyectos transformadores, justificante pareciera eterna para la incapacidad del progresismo de llevar a cabo sus promesas de campaña. En una “democracia representativa” en donde la distancia entre representantes y representados se vuelve cada vez más evidentemente vertical y excluyente.
Es la institución fiscal la que persigue con saña a quienes desafiaron las lógicas neoliberales, proscribiendo candidaturas mediante el Lawfare (Caso Jadue), ante el total inmovilismo y pasividad de la “izquierda” en el gobierno. Mientras en Wallmapu se muestra incapaz de resolver un nuevo caso de desaparición en democracia (Julia Chuñil), prefiriendo intentar culpar a los familiares de la víctima antes que encarar con decisión lo evidente; la responsabilidad empresarial en los crímenes y asesinatos de mapuches y defensores ambientales. Todo, nuevamente, ante el estruendoso silencio de quienes ocupan La Moneda, con un presidente que, con tardía y displicencia, exige “justicia” a las instituciones, como si el no las habitara.
Es la institución presidencial la que, ante el secuestro de dos ciudadanas chilenas (Maria Rodríguez y Lorena Delgado) por el Estado genocida de Israel, con el cual se siguen sosteniendo relaciones diplomáticas, se reduce a un comunicado de prensa.
Así se desenvuelven las instituciones bajo el neoliberalismo, y hágase el punto de que solo se han mencionado casos nacionales. De “las instituciones” internacionales podríamos hablar largo y tendido. En un Chile donde hoy los candidatos y candidatas presidenciales están más preocupados de responder por el estado de la democracia en Cuba o Venezuela, que de mirar con ojos críticos el sistema propio.
Quienes nos declaramos marxistas comprendemos que este no es un desajuste, no es un Estado en crisis, no es el fracaso de la institucionalidad, es la exposición impune de su modus operandi bajo el control del capital. No podemos entonces sumarnos al coro que canta “que las instituciones funcionen”, las instituciones están funcionando. Nosotros no podemos aceptar el reduccionismo que, obviando los procesos históricos, trata a las relaciones humanas, las actividades políticas, las conciencias y las instituciones, como cosas, como objetos finales independientes de que sujetos e intereses las construyeron. Cuando la realidad muestra que este Estado sigue tiene como fin último la reproducción de las condiciones garantes para la explotación de las masas y la acumulación de unos pocos.
Por ende, nuestros discursos y proyectos políticos no pueden remitirse a la reconstitución del orden, de la credibilidad y legitimación de “las instituciones”, este es un terreno infertil, un círculo vicioso, el entrampe de la política neoliberal, cambiar un poco sin que cambie nada. Como marxistas, militantes por la revolución, la opción debe ser siempre la de proponer un orden nuevo, un orden distinto, uno capaz de cuestionar y desafiar de fondo al actual. No podemos ser nunca restauradores. Porque entendemos que la democracia no está condenada a los marcos ni procedimientos delimitados por el presente Estado neoliberal, a un ordenamiento jurídico, económico o político incuestionable o inmanente. Las instituciones pueden y deben criticarse, reemplazarse y superarse por nuevas y mejores, esa es nuestra tarea.
