Desde el inicio de la agresión intensificada en Gaza, las fuerzas israelíes y los colonos han profundizado una estrategia sistemática de exterminio en Cisjordania: asesinatos selectivos, detenciones masivas, incursiones militares, destrucción de hogares, y ahora, un nuevo impulso legislativo para legitimar la anexión ilegal. Esto no es una guerra: es una guerra de conquista, una limpieza estructural del territorio para consolidar un Estado etnocrático, confesional y supremacista.
Por Equipo El Despertar
Mientras el mundo distrae su mirada entre la catástrofe climática, las imposiciones neoliberales en Europa y la privatización de los bienes comunes en América Latina, el parlamento israelí acaba de aprobar una moción simbólica que impulsa la anexión de Cisjordania y el Valle del Jordán, parte esencial del territorio palestino ocupado. Con 71 votos a favor y apenas 13 en contra, la derecha israelí da otro paso hacia la anexión total, validando el apartheid, desconociendo el derecho internacional y profundizando la lógica genocida que desde octubre de 2023 ha masacrado a más de 60.000 palestinos entre Gaza y Cisjordania.
Este hecho no puede ser leído como una acción aislada. Es parte de un proceso histórico de colonización, despojo y limpieza étnica que ha contado con el silencio cómplice de las grandes potencias, la impunidad otorgada por Estados Unidos, la Unión Europea y sus organismos subordinados, y el uso instrumental del derecho internacional para proteger intereses imperiales, pero nunca a los pueblos oprimidos.
Desde el inicio de la agresión intensificada en Gaza, las fuerzas israelíes y los colonos han profundizado una estrategia sistemática de exterminio en Cisjordania: asesinatos selectivos, detenciones masivas, incursiones militares, destrucción de hogares, y ahora, un nuevo impulso legislativo para legitimar la anexión ilegal. Esto no es una guerra: es una guerra de conquista, una limpieza estructural del territorio para consolidar un Estado etnocrático, confesional y supremacista.
Y lo hacen bajo la cobertura del capitalismo global, que tolera estos crímenes siempre que se garantice la circulación de capital, tecnología y armas.
Mientras la derecha sionista avanza sobre Palestina, en Francia, el gobierno de Bayrou impone una reforma brutal contra el pueblo trabajador, desmantelando la seguridad social. En Argentina, Milei entrega el agua, los ferrocarriles y el futuro al capital financiero, privatizando hasta la sed. Y en Chile, los usuarios financian con sus boletas eléctricas las compensaciones que deberían pagar las empresas por cortarles la luz.
Lo que une estos escenarios es la razón capitalista, que necesita avanzar sobre la vida, los territorios y los cuerpos para sobrevivir. La colonización de Palestina es solo la forma más brutal de una ofensiva global donde todo puede ser apropiado, incluso el agua, la tierra, el tiempo y la muerte.
Frente a esto, los pueblos no pueden permanecer pasivos. La solidaridad internacionalista con Palestina no es solo una causa humanitaria, es un deber político de todos los que luchamos contra el capitalismo, el racismo y el imperialismo. Lo que ocurre en Cisjordania nos interpela directamente: porque el mismo modelo de despojo se repite, con otros nombres, en nuestras tierras.
Necesitamos romper relaciones diplomáticas con Israel, sancionar a sus empresas, impulsar un boicot activo y permanente, y levantar la voz en todos los foros por el fin del apartheid. Pero también debemos vincular esta causa con nuestras propias luchas territoriales, contra el extractivismo, el saqueo del agua, la precarización del trabajo y la militarización de nuestros barrios.
Frente al avance del sionismo colonial, del capital privatizador y del autoritarismo neoliberal, sólo la articulación popular, la conciencia crítica y la acción directa pueden abrir paso a una nueva humanidad. Palestina no está sola, y no lo estará mientras haya pueblos que resistan.
No habrá paz sin justicia. No habrá justicia sin descolonización. Y no habrá descolonización sin ruptura con este orden capitalista global que convierte la vida en botín y la muerte en estadística.