La secretaria general del PC, Bárbara Figueroa, lo dejó claro al responder a Lagos Weber: el rol de un vocero de campaña no es disciplinar al PC por la prensa, sino fortalecer la candidatura. Lo mismo recordó la historia: cada vez que se intenta diluir al Partido Comunista bajo la lógica del “consenso” con la socialdemocracia, se busca en realidad neutralizar su capacidad de crítica al capital.
Por Equipo El Despertar
Las tensiones al interior del comando de Jeannette Jara no son un simple roce de egos. El choque se origina en algo más profundo: la crítica del presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona, a la gestión de Mario Marcel, un reconocido neoliberal, como ministro de Hacienda. Los medios empresariales lo presentan como un “error” o un “torpedeo”, pero lo cierto es que Carmona cumplió con lo que cualquier comunista debe hacer: defender la línea histórica del PC y cuestionar una política económica que, bajo el ropaje de la responsabilidad fiscal, perpetúa el modelo neoliberal impuesto en dictadura, desoyendo las necesidades y las urgencias de los pueblos.
Desde el Socialismo Democrático, voces como Jaime Quintana y Ricardo Lagos Weber reaccionaron acusando al PC de “aportillar” la campaña. En otras palabras: pidieron silencio. Pero un partido con la historia del PC no puede transformarse en apéndice dócil de una candidatura que, aunque legítima como esfuerzo de unidad, no puede pretender que el PC abandone la lucha por superar el neoliberalismo. La coalición será amplia, sí; pero no a costa de borrar el carácter del partido y el legado de quienes han estado siempre del lado de la clase trabajadora.
La secretaria general del PC, Bárbara Figueroa, lo dejó claro al responder a Lagos Weber: el rol de un vocero de campaña no es disciplinar al PC por la prensa, sino fortalecer la candidatura. Lo mismo recordó la historia: cada vez que se intenta diluir al Partido Comunista bajo la lógica del “consenso” con la socialdemocracia, se busca en realidad neutralizar su capacidad de crítica al capital.
El malestar se extendió a sectores del PS, que apuntaron contra los equipos estratégicos del comando por no prever estas “contradicciones programáticas”. Pero ahí está la trampa: no se trata de contradicciones menores, sino de una diferencia de proyecto. Mientras unos buscan administrar el modelo con leves reformas, el PC plantea la necesidad de ir más allá. Y esa diferencia no puede ser censurada en nombre de la “unidad”, porque sería la unidad sobre la base del silencio y la claudicación. Nadie puede pretender que el programa que triunfo en la primaria sea precisamente reemplazado por el programa que perdió.
La propia Jeannette Jara intentó apagar el fuego llamando al orden y pidiendo concentrarse en la campaña. El gesto es entendible, pero insuficiente: no basta con pedir disciplina si no se reconoce que las tensiones nacen de una diferencia real frente al modelo económico. Carmona no encendió un incendio; encendió un debate que la izquierda institucional necesita dar.
El resto del comando, en cambio, se volcó a tranquilizar al empresariado. El diputado DC Eric Aedo desplegó una agenda con gremios para garantizar “tasas de crecimiento superiores” y “facilitar la inversión”. Nada nuevo: el eterno mensaje de que, gane quien gane, los negocios seguirán intactos. Y es aquí donde la defensa de Carmona adquiere todo su sentido: recordar que un proyecto popular no puede reducirse a gestionar mejor la tasa de ganancia del capital, sino a superarla en nombre de los trabajadores y de los pueblos.
En definitiva, los llamados a “apagar incendios” son una maniobra para proteger la imagen de la candidatura, mientras el verdadero fuego sigue ardiendo: la contradicción entre un proyecto que quiere perpetuar el neoliberalismo con maquillaje socialdemócrata y la necesidad histórica de superarlo. Carmona hizo lo que corresponde a un comunista: decirlo en voz alta.