La lectura “pro-mercado” es conocida: “el ciclo nos favorece, aprovechemos”. El problema es que, sin cambios, la bonanza chorrea poco y concentra mucho. Lenin lo describió para la era de los trusts: “la libre competencia engendra el monopolio” (El imperialismo, fase superior del capitalismo). Hoy, la renta del cobre se captura en cadenas dominadas por oligopolios mineros, traders y finanzas; los territorios mineros cargan con agua extenuada, relaves y subcontratación, mientras el centro celebra el precio.
Por Equipo El Despertar
El Bank of America subió de forma sustantiva su proyección del cobre: US$5,13/lb en 2026 y US$6,12/lb en 2027, versus un promedio 2025 de US$4,34/lb. La razón: escasez estructural por problemas de oferta en Escondida (Chile), Grasberg (Indonesia) y Kamoa-Kakula (R.D. del Congo), inventarios bajos y una demanda sostenida por la electrificación global (autos eléctricos, renovables). Además, la financierización vía acuerdos de almacenamiento en el CME haría menos probable que el metal “sobrante” vuelva al mercado físico.
Los analistas cierran filas: déficit sostenido que empuja precios. Diego Montalbetti (Capitaria), Felipe Sepúlveda (Admirals) y Gonzalo Muñoz (XTB) coinciden en que el rally viene de oferta restringida y demanda de transición energética. Para Chile, señalan, sería un viento de cola: más recaudación por royalties e impuestos, mejor balanza comercial, posible apreciación del peso; pero también riesgos de enfermedad holandesa, presión de costos para industrias intensivas en cobre y un desacople peso-cobre por incertidumbre política local.
La lectura “pro-mercado” es conocida: “el ciclo nos favorece, aprovechemos”. El problema es que, sin cambios, la bonanza chorrea poco y concentra mucho. Lenin lo describió para la era de los trusts: “la libre competencia engendra el monopolio” (El imperialismo, fase superior del capitalismo). Hoy, la renta del cobre se captura en cadenas dominadas por oligopolios mineros, traders y finanzas; los territorios mineros cargan con agua extenuada, relaves y subcontratación, mientras el centro celebra el precio.
El cuento “verde” tampoco nos salva. La demanda por cobre de la transición energética puede ser climáticamente necesaria, pero en la periferia opera como neo-extractivismo: más tajo, más camiones, más relaves, con la promesa de que algún día se industrializará. Samir Amin llamó a esto imperialismo colectivo: el Norte define la agenda y la periferia pone el cuerpo y el suelo. David Harvey lo completa: acumulación por desposesión; ganancias privadas sobre bienes comunes y costos socializados.
Que el cobre pueda “financiarse” en el CME, ese mercado donde se negocian principalmente contratos de futuros y opciones, con acuerdos de almacén es otra pista: la financierización del metal rojo desvincula precio y tonelada física, amplifica ciclos y deja a Chile tomador de precio y de humor financiero. Marx advirtió sobre el fetichismo de las mercancías y el papel de los capitales ficticios (El Capital, t. I, Obras Escogidas, Progreso, 1980): cuando la hoja de Excel manda, la economía real obedece… y después paga el ajuste.
Los riesgos que reconocen los propios traders, enfermedad holandesa, apreciación del peso, presiones inflacionarias, son la versión elegante de un viejo problema: dependencia. Si el “buen precio” termina encareciendo a los demás exportadores, encogiendo la industria no minera y disparando importaciones, la fiesta dura poco y la resaca fiscal llega con la primera corrección del ciclo. Ruy Mauro Marini llamaba a eso superexplotación: el trabajo paga dos veces, en salario y en ciclo.
La política que debieramos desarrollar, para dar el tan esperado salto hacia el desarrollo, no es “esperar el viento” sino rediseñar el barco: (1) Royalty progresivo deslizante de verdad (windfall) y decomiso de rentas extraordinarias para un Fondo Soberano de Transición y Cuidados; (2) Encadenamientos productivos exigibles (refino, conductores, componentes eléctricos) con compras públicas y plazos verificables; (3) Negociación colectiva sectorial, fin de la subcontratación abusiva y estándares de seguridad y salud robustos; (4) Agua y relaves bajo normas ambientales estrictas, con reparación territorial; (5) Transparencia total de contratos, exenciones y trazabilidad de cada dólar de la bonanza.
Porque, al final, la pregunta no es si el cobre llegará a US$6; es quién se queda con el excedente y quién absorbe los costos. Si la respuesta sigue siendo “los mismos de siempre”, el “ciclo alcista” será otra forma de administrar la escasez de muchos y la abundancia de pocos. Rosa Luxemburg lo clavó hace un siglo: “reforma o barbarie”. La reforma, aquí, es distribuir la renta y cambiar la forma de producir; la barbarie es rezar a la “mano invisible” mientras el Norte electrifica su parque y el Sur profundiza sus tajos.
