El Lo que sí debería incomodar es la frase “crisis estructural”. Porque el golpe externo desnuda el diseño interno: un modelo primario-exportador, con altísima concentración, que abastece cadenas globales con tablas y trozos y deja la industrialización afuera. Cuando el ciclo sopla en contra, hoy por aranceles, ayer por precios, los costos caen sobre pymes, subcontratos y territorios; las rentas quedan arriba. Marx y Engels lo escribieron hace siglo y medio: “El Estado moderno no es sino el comité que administra los negocios comunes de la burguesía” (Obras Escogidas, Progreso, 1980). Ese comité aquí administró plantaciones, no valor agregado.
Por Equipo El Despertar
gremio forestal chileno encendió las alarmas: la CORMA expresó su “profunda preocupación” por el arancel 10% que Donald Trump impuso a la madera blanda y aserrada importada por EE.UU., advirtiendo que “impactará a todo tipo de empresas”, especialmente a pymes en un sector ya “golpeado por una crisis estructural”. Según la propia CORMA, 169 aserraderos formales cerraron en cinco años. El tiro de gracia llega desde Washington; la vulnerabilidad se cocinó en casa.
El libreto del gremio repite que los envíos chilenos son “complementarios” a la producción estadounidense y “no generan competencia desleal”, además de venir de bosques supuestamente sustentables. Lo sabemos: esos argumentos no mueven la aguja de la política norteamericana, que protege a su capital cuando quiere y como quiere. Lenin lo explicó sin rodeos: en el imperialismo, la “libre competencia” cede el paso a monopolios y Estados que blindan sus mercados (El imperialismo, fase superior del capitalismo). La “complementariedad” sirve para folletos; los aranceles son la realidad.
Lo que sí debería incomodar es la frase “crisis estructural”. Porque el golpe externo desnuda el diseño interno: un modelo primario-exportador, con altísima concentración, que abastece cadenas globales con tablas y trozos y deja la industrialización afuera. Cuando el ciclo sopla en contra, hoy por aranceles, ayer por precios, los costos caen sobre pymes, subcontratos y territorios; las rentas quedan arriba. Marx y Engels lo escribieron hace siglo y medio: “El Estado moderno no es sino el comité que administra los negocios comunes de la burguesía” (Obras Escogidas, Progreso, 1980). Ese comité aquí administró plantaciones, no valor agregado.
CORMA pide “fortalecer pymes, reforestación y nuevos usos de la madera (construcción, biomateriales, bioproductos)”. Bien, pero sin cambiar las reglas eso será fomento para aguantar el próximo golpe. Samir Amin llamó a esto imperialismo colectivo: el centro fija precios y normas; la periferia ajusta. David Harvey lo completa: acumulación por desposesión, las ganancias se privatizan; las crisis, no. Si queremos otro resultado, hay que moverse en la cadena: laminados estructurales (CLT/MLC), paneles, componentes, y compras públicas que los traccionen (vivienda, escuelas, hospitales en madera).
Medidas de realidad, no de PowerPoint: seguro de precio y de mercado para pymes aserradoras ante shocks externos; banca pública con líneas anticíclicas; fondo de estabilización financiado con un cargo a rentas extraordinarias del sector; contratos de suministro con piso de precio y plazos fatales de pago; y diversificación de destinos con apoyo comercial estatal. Y, sobre todo, política industrial que condicione permisos y beneficios a encadenamientos locales, I+D en madera avanzada y empleo con derechos en territorio.
Nada de esto exime al sector de enfrentar sus cuentas ambientales y sociales: agua, suelos, riesgo de incendios, y la conflictividad con comunidades. “Sustentabilidad” no son certificados, es ordenamiento territorial y restitución donde corresponda. Mariátegui lo dejó dicho para nuestro continente: “No queremos calcos ni copias, sino creación heroica.” Eso vale también para el bosque: producir más inteligencia por metro cúbico, no más hectáreas de pino/eucalipto a cualquier costo.
En síntesis: los aranceles de Trump son el evento; la dependencia es la estructura. Si la respuesta es pedir “excepciones” y rezar por el ciclo, la próxima bala volverá a pegar abajo. Si se cambian reglas e incentivos, la madera puede ser tecnología, empleo y valor aquí, no solo materia prima barata allá. Rosa Luxemburg lo puso en binario: reforma o barbarie. Aquí, reformar es subir en la cadena y repartir la renta; lo otro es ver cerrar más aserraderos mientras aplaudimos “compromisos climáticos”.
