Mié. Nov 12th, 2025

Incendio en Costanera: reapertura exprés, tercer piso cerrado… y una arquitectura que desprecia la ciudad

Oct 3, 2025
Foto Go Chile

Desde lo técnico, el riesgo es conocido por cualquier ingeniero contra incendios: atrio = tiro de chimenea, locales de doble altura con materialidad combustible de “tiendas concepto”, escaleras mecánicas inservibles para evacuar, sectorizaciones débiles entre retail y estacionamientos, ductos saturados, back-of-house laberíntico para carga y residuos. Cuando el “value engineering” recorta redundancias (rociadores, tabiques RF, presurización de escaleras, extracción de humo), la estética de consumo queda por encima de la protección de la vida.

Por Equipo El Despertar

El Costanera Center reabrió a las pocas horas del incendio que afectó a una tienda en la madrugada. Bomberos trabajó cerca de cinco horas y, según Cencosud, “el mall se encuentra abierto salvo el nivel 3”, con ingreso controlado por “accesos seguros” y una “investigación interna” en curso. La rapidez para volver a la caja contrasta con la lentitud para explicar qué falló (eléctrico, ductos, bodegas, climatización), quién fue responsable del mantenimiento y qué protocolos se activaron para trabajadores nocturnos y locatarios.

La emergencia no es un rayo en cielo sereno: es el síntoma de una tipología. Los megamalls verticales sellados, grandes atrios que funcionan como chimeneas de humo, perímetros ciegos, climatización permanente, espacios “públicos” privados, privilegian la rentabilidad por metro cuadrado sobre la seguridad y el buen urbanismo. La “fluidez” interior se diseña para maximizar recorridos comerciales, no trayectorias de escape; la señalética guía al consumo, no a la salida. Henri Lefebvre habló del derecho a la ciudad como derecho a producir y habitar el espacio común; estos contenedores lo privatizan: el “afuera” pierde calle y el “adentro” obedece a un reglamento corporativo.

Desde lo técnico, el riesgo es conocido por cualquier ingeniero contra incendios: atrio = tiro de chimenea, locales de doble altura con materialidad combustible de “tiendas concepto”, escaleras mecánicas inservibles para evacuar, sectorizaciones débiles entre retail y estacionamientos, ductos saturados, back-of-house laberíntico para carga y residuos. Cuando el “value engineering” recorta redundancias (rociadores, tabiques RF, presurización de escaleras, extracción de humo), la estética de consumo queda por encima de la protección de la vida.

En la ciudad, esta arquitectura desprecia el borde: muros ciegos, accesos puntuales, tránsito motorizado como condición. Mata comercio de calle y encierra la vida en una burbuja climatizada, consumiendo energía y generando congestión. David Harvey lo llamó la ciudad como máquina de absorción de excedente: el capital se estaciona en hormigón, y la “seguridad” se entiende como guardias y cámaras, no como espacios seguros, ventilación sana, evacuación legible. Resultado: una obra icónica para el folleto, frágil cuando aparece el humo.

La reapertura “salvo el piso 3” puede ser buena para la caja; para la seguridad, solo si la avalan peritajes externos (Bomberos, SEC, municipio, Seremi) y pruebas en carga. El art. 184 del Código del Trabajo obliga a proteger eficazmente la vida y salud de quienes laboran: no basta con “accesos seguros” si presurización, rociadores, cortes eléctricos sectorizados, compartimentación y vías de evacuación no superan un test independiente post-siniestro.

Lo mínimo hoy: (1) Informe técnico público de origen y propagación; (2) Auditoría independiente de ductos, rociadores, tabiques RF, control de humo y estacionamientos; (3) Revisión de contratos de mantención y responsabilidades (quién certificó qué, cuándo); (4) Comité paritario ampliado con trabajadores de tiendas, limpieza y seguridad, con facultad real de paralizar; (5) Simulacros obligatorios y multilingües de evacuación, planos de egreso visibles en cada local, mediciones de calidad del aire antes de normalizar operación total. La “investigación interna” no alcanza.

Pero el problema es urbano tanto como técnico. Costanera y su especie actúan como Estados paralelos: privatizan reglas, horarios y flujos del “espacio público” interior. Se requieren condiciones urbanas para este tipo de contenedores: permeabilidad al barrio, frentes activos reales, mix de usos no encapsulado, límites estrictos a perímetros ciegos, y planes de emergencia urbanos coordinados con bomberos, transporte y salud. Si no, seguiremos normalizando obras que funcionan para comprar, pero no para vivir.

Como recordaba Gramsci, cuando un “sentido común” se impone, deja de verse su ideología. Aquí el sentido común del retail dice “nunca parar”. La ciudad necesita otro: vida y trabajo primero; caja después. Y, parafraseando a Lefebvre, el derecho a la ciudad también es el derecho a salir caminando de un edificio cuando hay humo, no a perderse en un laberinto que solo sabe guiarte a la caja.

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