Mié. Nov 12th, 2025

Balas en La Florida: una joven embarazada muere y la “seguridad” llega cuando todo terminó

Oct 7, 2025

La muerte de una mujer gestante evidencia una doble desprotección: género y clase. No es “mala suerte”. Es la consecuencia de barrios donde el mercado inmobiliario expulsa, el trabajo inestable rompe redes, y la política pública llega en formato patrullaje y no en protección integral. Angela Davis lo ha dicho mil veces: más policía y más cárcel no resuelven los problemas sociales; desaparecen personas. Aquí desapareció una vida joven y otra que no alcanzó a serlo.

Por Equipo El Despertar

Una joven de 19 años, embarazada de cuatro meses, murió en el Hospital Sótero del Río tras recibir un disparo en la cabeza durante la madrugada del domingo en La Florida. Según Carabineros, el ataque —con al menos nueve impactos contra la vivienda ubicada en Cleopatra con San José de La Estrella— habría estado dirigido al pareja de la víctima; por el hecho hay dos detenidos (un hombre y una mujer) que pasarán a control en el 14º Juzgado de Garantía (fuente: Emol). La precisión balística habla de algo más que un “conflicto familiar”: armas circulando, disputas territorializadas y vidas convertidas en daño colateral.

La crónica policial dirá que el “verdadero objetivo” era el hombre que vivía con la joven “con antecedentes”, y que quien habría gatillado la ráfaga sería una prima. Ese encuadre suele operar como coartada social: explicar la violencia reduciéndola al prontuario de un varón y a la anomalía de un parentesco en guerra. Lo que queda fuera es lo estructural: armas, precariedad, territorios sin Estado salvo para la represión. Como recuerda Silvia Federici, cuando la reproducción de la vida queda sin guarida —salud, cuidados, ingresos— la violencia entra a la casa.

La muerte de una mujer gestante evidencia una doble desprotección: género y clase. No es “mala suerte”. Es la consecuencia de barrios donde el mercado inmobiliario expulsa, el trabajo inestable rompe redes, y la política pública llega en formato patrullaje y no en protección integral. Angela Davis lo ha dicho mil veces: más policía y más cárcel no resuelven los problemas sociales; desaparecen personas. Aquí desapareció una vida joven y otra que no alcanzó a serlo.

En Chile circulan armas con alegre impunidad: la Ley de Control de Armas existe, pero la trazabilidad real se pierde entre robos, conversiones artesanales y permisos laxos heredados. En paralelo, la respuesta institucional oscila entre el espectáculo de la “mano dura” y la impotencia burocrática para prevenir. Loïc Wacquant lo llamó “gueto y Estado penal”: contención punitiva de la marginalidad, mientras el tejido se deshilacha.

Prevenir no es un eslogan moral. Es presupuesto y reglas: (1) persecución financiera de la cadena de armas (control de insumos, piezas, talleres, y de “tiros sueltos” en recintos deportivos); (2) alertas tempranas y botones de protección para hogares bajo riesgo, con respuesta multisectorial real (salud, mujer, niñez, municipio, fiscalía); (3) salidas seguras para mujeres y familias cuando un conflicto escala, con albergue, ingresos de emergencia y acompañamiento psicosocial; (4) presencia comunitaria sostenida (salud mental barrial, mediación, juventudes y cultura) en lugar de operativos esporádicos que solo barren la calle por un día.

También hay un deber informativo: evitar el sensacionalismo y el culpabilizar por proximidad. Que el supuesto blanco tuviera “antecedentes” no convierte a la víctima en daño prescindible. El mínimo democrático es no filtrar identidades ni relatos que estigmaticen al entorno, y garantizar representación legal y apoyo estatal a la familia —incluida la reparación simbólica: el duelo también es un derecho.

Marx escribió que “la violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva”. En estos barrios, la frase se vuelve amarga: la vieja sociedad reproduce desigualdad y la “partera” no trae vida, trae muerte. Cambiar esa ecuación exige política pública que proteja y reconstruya, no solo partes policiales. Si el Estado quiere honrar a la joven que ya no está, que lo haga antes de la próxima sirena: con menos armas en la calle y más derechos dentro de las casas.

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