En la antesala de la votación del Consejo de Seguridad del 30 de octubre (renovación de MINURSO), el Polisario informó a Rusia, presidencia de turno, que no participará en ningún proceso vinculado al contenido de esa resolución. Paralelamente, comunicó al Secretario General su disposición a dialogar con Marruecos solo en una fórmula donde la soberanía marroquí sea una opción y no una condición impuesta. La postura es nítida: autodeterminación primero, marcos después.
Por Equipo El Despertar
Por segundo día consecutivo, cientos de saharauis marcharon en los campamentos de Tinduf (Argelia) contra el borrador de resolución impulsado por Estados Unidos que prioriza una autonomía marroquí para el Sáhara Occidental y relega el referéndum de autodeterminación. “Todo es nuestra patria” y “no hay alternativa a la autodeterminación”, corearon quienes llevan medio siglo viviendo en el desierto, tras la huida masiva de 1975. El Frente Polisario calificó la propuesta como “una desviación muy peligrosa y sin precedentes de los principios del derecho internacional”.
La protesta no es un gesto simbólico: es una enmienda a la totalidad al intento de consagrar, por vía de “autonomía”, una ocupación que Rabat sostiene sobre el 80% del territorio. La ONU mantiene al Sáhara como territorio no autónomo pendiente de descolonización, y la MINURSO —establecida en 1991— existe, precisamente, para organizar un referéndum. Sustituir ese mandato por una “salida” administrada es borrar el sujeto político saharaui con eufemismos.
En la antesala de la votación del Consejo de Seguridad del 30 de octubre (renovación de MINURSO), el Polisario informó a Rusia —presidencia de turno— que no participará en ningún proceso vinculado al contenido de esa resolución. Paralelamente, comunicó al Secretario General su disposición a dialogar con Marruecos solo en una fórmula donde la soberanía marroquí sea una opción y no una condición impuesta. La postura es nítida: autodeterminación primero, marcos después.
El guion de Washington no es nuevo. Donald Trump ya reconoció la “soberanía” de Marruecos sobre el Sáhara durante su primer mandato, contraviniendo décadas de consenso internacional. El “plan de autonomía” sella esa línea: consolidar hechos consumados en el terreno y rebautizarlos como “solución realista”. Frantz Fanon lo escribió sin anestesia: el colonialismo organiza el espacio por la violencia y luego llama paz a su permanencia. Autonomía sin referéndum es paz de ocupante.
Las consignas de Tinduf apuntan a la palabra prohibida: referéndum. No hay atajo técnico que la sustituya. Lenin lo llamaría por su nombre: derecho de las naciones a la autodeterminación; y Marx y Engels recordarían que “el derecho” sin cambio real en las relaciones de fuerza es solo voluntad del dominante erigida en ley. Traducido: si el Consejo de Seguridad blanquea una “autonomía” bajo ocupación, la “legalidad” seguirá a la fuerza, no al derecho.
Hay además un vector regional ineludible. El Sáhara no es un “tema bilateral”: compromete agua, rutas, pesca, minerales y equilibrio magrebí. Una solución a medida de quien administra el control del terreno solo garantiza nueva conflictividad. Si de “estabilidad” se trata, toca cumplir lo básico: censo acordado, padrón transparente, garantías internacionales y pregunta que incluya independencia. Todo lo demás es administrar la colonia con papelería.
El pueblo saharaui no pide milagros: pide que la promesa de 1991 no se convierta en burla. En Tinduf, las marchas salieron de la estación de transporte a la sede provincial, se concentraron en el patio de celebraciones y reafirmaron unidad y firmeza. “No hay alternativa a la autodeterminación”, insistieron. Ese es el punto: ni autonomía impuesta, ni paz tutelada. Referéndum vinculante o prolongación del despojo. No hay tercera vía.
