Desde el Partido Comunista, el presidente Lautaro Carmona se mostró llano a la opción de sumar cuadros del Ejecutivo: “Todas y todos los que se puedan integrar serán contribuyentes, aquí nadie sobra, todos son necesarios. El tema es compatibilizar las responsabilidades vigentes”, dijo, explicitando que el dilema no es político, sino de tiempos y funciones. En otras palabras, si se pueden alinear gobierno y campaña sin desorden interno, se hará.
Por Equipo El Despertar
A horas de la primera vuelta presidencial, en el bloque oficialista se da prácticamente por hecho que Jeannette Jara logrará pasar al balotaje. Con esa premisa instalada, la discusión ya no es solo cuántos votos obtendrá este domingo, sino cómo se rearma el dispositivo político para enfrentar la segunda vuelta: sobre la mesa está la posibilidad de sacar figuras del Gobierno y sumarlas de lleno a la campaña.
La idea apunta a un cambio de gabinete post primera vuelta que libere a ministras, ministros y otras autoridades para integrarse al despliegue territorial y mediático de Jara. El cálculo es simple: si el oficialismo llega a la segunda vuelta con una base de entre 33% y 35% de los votos —meta que el bloque se fijó como “piso” y “buen augurio”—, cada punto adicional será una batalla de adhesiones, gestos y rostros públicos. Pero la fórmula está lejos de generar consenso.
Desde el Partido Comunista, el presidente Lautaro Carmona se mostró llano a la opción de sumar cuadros del Ejecutivo: “Todas y todos los que se puedan integrar serán contribuyentes, aquí nadie sobra, todos son necesarios. El tema es compatibilizar las responsabilidades vigentes”, dijo, explicitando que el dilema no es político, sino de tiempos y funciones. En otras palabras, si se pueden alinear gobierno y campaña sin desorden interno, se hará.
La Democracia Cristiana, en cambio, pone el pie en el freno. La secretaria general Alejandra Krauss marcó otro tono: “De cara al balotaje, lo que tiene que hacer el Gobierno es mirar, observar y servir. Son pocos meses los que les quedan y muchos compromisos que cumplir frente a la ciudadanía”. La señal es clara: para parte de la centroizquierda, sacar ministros a la calle en modo campaña puede reforzar la narrativa de un gobierno absorbido por la elección, en vez de por sus tareas pendientes.
El Partido Socialista también matiza. Su secretario general, Camilo Escalona, empujó la idea de que el comando se alimente primero de la legitimidad que entregarán las urnas: “El mejor aporte para el comando son las personas que se van a elegir el domingo. Creo que el comando se tiene que alimentar de quienes hayan logrado revalidarse frente a la soberanía popular”. En otras palabras, antes que ministros, alcaldes, gobernadores, diputados y senadores recién electos deberían ser la primera línea de refuerzo político y territorial.
El debate ocurre además en un clima crispado. La campaña de Johannes Kaiser se tensionó aún más tras su anuncio de que indultaría a Patricio Maturana, el excapitán de Carabineros condenado por dejar ciega a la hoy senadora Fabiola Campillai, quien habló de “falta de humanidad”. En el cierre de Jara en Maipú, por otro lado, un cántico contra Carabineros desató críticas de la derecha y del orden institucional. Consultado desde Punta Arenas, el Presidente Gabriel Boric optó por una defensa genérica del marco democrático: dijo que le “gusta la democracia”, la participación y el voto informado, pero evitó pronunciarse por candidaturas específicas.
El oficialismo entra así al domingo con un pie en La Moneda y otro en la campaña: confiado en que Jara pasará a segunda vuelta y, al mismo tiempo, debatiendo hasta dónde puede —o debe— involucrarse el gobierno en la disputa final por el poder. Para los sectores populares, que miran esta escena desde la cola del consultorio, la micro y el trabajo precarizado, la pregunta de fondo sigue siendo la misma: más allá del baile de nombres, qué proyecto concretamente va a hacerse cargo de salarios, salud, deudas y seguridad sin convertir la democracia en un decorado de campaña.
