El bloque internacionalista se expresa con nombres propios. La Cumbre denuncia el “genocidio continuado” del pueblo palestino, exige protección efectiva y llama a que Colombia someta a la ONU la resolución Unión por la Paz. Demanda el fin del bloqueo contra Cuba y alerta sobre la escalada militar “que tiene por objetivo los recursos de Nuestra América”, con el “objetivo inmediato” en Venezuela. Además, respalda la soberanía argentina sobre Malvinas y la independencia de Puerto Rico. No hay ambigüedad: América Latina y el Caribe es Zona de Paz, pero no la paz de cementerio del orden imperial.
Por Equipo El Despertar
Con delegaciones de movimientos sindicales, campesinos, indígenas, afrodescendientes, feministas populares, juventudes y redes por la justicia ambiental de toda la región, la III Cumbre Social de los Pueblos de América Latina y el Caribe cerró en Santa Marta con una declaración que no se queda en los adjetivos: propone integración económica, social y cultural con soberanía, plena democracia y una Zona de Paz libre de tutelas externas. El texto, nítidamente antiimperialista, liga la crisis “multidimensional y civilizatoria del capitalismo” con el declive de la hegemonía de EE. UU. y llama a aprovechar la multipolaridad desde abajo, no como recambio de élites. En clave marxista, coloca la propiedad, la producción y el poder popular en el centro del proyecto regional.
La Declaración afirma que el multilateralismo “es la única alternativa” para construir cooperación y complementariedad, pero advierte: la foto multipolar no vale sin igualdad material de los pueblos en la mesa. En esa línea, la Cumbre propone activar BRICS+ como palanca para un contingente internacionalista que atienda ayuda humanitaria (Haití, Gaza, Cuba, Venezuela) y para impulsar una nueva arquitectura financiera que libere a la región del “yugo de la deuda ilegítima”. Traducción: fin a los TLC y al CIADI, instrumento jurídicamente vinculante contra abusos de transnacionales y compras públicas coordinadas que protejan presupuestos sociales. Como recordaban Marx y Engels, “entre derechos iguales decide la fuerza” (El Capital, Obras Escogidas, Progreso, 1980); en 2025 esa fuerza es presupuesto, ley y movilización.
El bloque internacionalista se expresa con nombres propios. La Cumbre denuncia el “genocidio continuado” del pueblo palestino, exige protección efectiva y llama a que Colombia someta a la ONU la resolución Unión por la Paz. Demanda el fin del bloqueo contra Cuba y alerta sobre la escalada militar “que tiene por objetivo los recursos de Nuestra América”, con el “objetivo inmediato” en Venezuela. Además, respalda la soberanía argentina sobre Malvinas y la independencia de Puerto Rico. No hay ambigüedad: América Latina y el Caribe es Zona de Paz, pero no la paz de cementerio del orden imperial.
En la economía concreta, el programa se ancla en dos columnas: reforma agraria integral y popular —con soberanía alimentaria, protección del agua y semillas, agroecología y territorialidades campesinas, indígenas y afro— y reindustrialización regional articulada a una transición energética justa, feminista y popular, con democratización de la energía y soberanía energética. Sin control de la renta y de las cadenas productivas, advierte el texto, no hay integración real, apenas periferia maquillada.
El feminismo popular no aparece en anexo sino como estrategia de totalidad: desmantelar la división sexual del trabajo, socializar y redistribuir los cuidados, y garantizar la vida digna de quienes hoy cargan con el trabajo no remunerado. El manifiesto denuncia la explotación y violencia contra mujeres y disidencias y asocia la justicia de género a la superación de todas las opresiones. Aquí resuena Engels: no hay emancipación sin transformar la base material de la familia y del trabajo.
En salud, la Cumbre empuja una hoja de ruta poco frecuente en documentos regionales: autonomía farmacéutica, uso pleno de salvaguardas ADPIC, producción local de tecnologías sanitarias, compras conjuntas y una agencia sanitaria regional. Se trata de romper la renta monopólica de la farma transnacional y colocar “las necesidades de las personas por encima de los intereses comerciales”. En tecnología y cultura, denuncia la colonización de las Big Tech/IA y plantea soberanía tecnológica, medios populares y protección de datos como condición de cualquier proyecto emancipatorio. Gramsci a la vena: disputar hegemonía es disputar la fábrica de sentido.
El documento también despenaliza la historia: defiende la Hoja de Coca como patrimonio cultural y espiritual y exige terminar su criminalización, con participación decisoria de pueblos indígenas en las políticas que los afectan. Y pone fichas institucionales: saluda la presidencia pro tempore de CELAC a cargo de Gustavo Petro, propone participación consultiva de los pueblos en el mecanismo regional y respalda una Asamblea Constituyente en Colombia con protagonismo real del campo social. Si CELAC se abre a mecanismos consultivos y Colombia procesa una Constituyente popular, la correlación regional se mueve.
La juventud aparece como sujeto presente, no promesa: la Cumbre exige garantías efectivas para la movilización, educación como bien común, trabajo digno, vivienda y arte, y llama a convertir esa agenda en políticas de Estado. En migraciones, el mandato es construir una política que enfrente racismo y xenofobia, con reparaciones históricas y garantías de no repetición.
¿Y la táctica? Movilización permanente contra la agresión imperial y sionista; frente internacional antiimperialista, anticolonial, antifascista, antipatriarcal, antisionista y antirracista; y construcción de poder popular que permee la institucionalidad. En clave de lucha de clases, la Cumbre no confunde integración con cúpulas: la integración la hacen los pueblos organizados o será colonización con otro nombre. “El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, recordaban Marx y Engels (Manifiesto, Obras Escogidas, Progreso, 1980). La declaración de Santa Marta propone desbordar esa junta con organización y programa.
Para que no quede en papel, la agenda necesita tres llaves: 1) financiamiento (Banco/Facilidad de Desarrollo de CELAC con ventanillas para cuidados, agroecología y digital soberano), 2) instrumentos jurídicos y comerciales (salida ordenada de ISDS/CIADI, tribunales regionales de controversias y compras públicas coordinadas), y 3) cronogramas vinculantes (metas de reindustrialización y transición con empleo garantizado y propiedad pública). La Cumbre puso el plano; ahora falta obra gruesa.
Veredicto: declaración marxista en contenido —nombra al imperialismo, centra la producción y la propiedad, articula sujeto popular y trazos de poder— y regional en método —CELAC permeada por los de abajo—. No es retórica: es programa mínimo de independencia en tiempos de reacomodo mundial.
