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La vigencia de La cuestión urbana: la ciudad como campo de disputa en el capitalismo contemporáneo

Ago 26, 2025

Uno de los aportes centrales de Castells es su crítica a la sociología urbana tradicional. La Escuela de Chicago, con su enfoque ecológico y funcionalista, veía la ciudad como un organismo natural que se autorregula; la sociología culturalista la entendía como un espacio de estilos de vida. Para Castells, ambas perspectivas invisibilizaban las relaciones de poder y las contradicciones estructurales. La ciudad no es un ecosistema neutral, sino un espacio producido por y para el capital.

Por Daniel Jadue

Introducción

En 1972, Manuel Castells publica La cuestión urbana, un texto que marcó un quiebre en la sociología urbana. Frente a las visiones funcionalistas y culturalistas dominantes, Castells planteó que la ciudad debía comprenderse como un producto histórico del capitalismo, un espacio atravesado por la lucha de clases y no un escenario neutro de convivencia social. La obra se convirtió en un hito de la sociología crítica, al articular categorías marxistas con el análisis urbano y mostrar que la “crisis de la ciudad” era, en realidad, una expresión de las contradicciones del modo de producción capitalista.

Hoy, más de cincuenta años después, cabe preguntarse por la vigencia de ese planteamiento. ¿Sigue siendo pertinente hablar de “la cuestión urbana” en un contexto marcado por el neoliberalismo, la financiarización y las nuevas formas de desigualdad espacial? Este ensayo sostiene que La cuestión urbana mantiene plena actualidad, no solo como marco teórico para comprender los problemas de las ciudades, sino también como herramienta política para la transformación social.

La ciudad como producto del capitalismo

Uno de los aportes centrales de Castells es su crítica a la sociología urbana tradicional. La Escuela de Chicago, con su enfoque ecológico y funcionalista, veía la ciudad como un organismo natural que se autorregula; la sociología culturalista la entendía como un espacio de estilos de vida. Para Castells, ambas perspectivas invisibilizaban las relaciones de poder y las contradicciones estructurales. La ciudad no es un ecosistema neutral, sino un espacio producido por y para el capital.

Aquí radica su principal vigencia: en las ciudades del siglo XXI, la lógica de acumulación capitalista sigue siendo el principio organizador del espacio. La financiarización de la vivienda, la gentrificación, la expulsión de los sectores populares hacia periferias desconectadas y la especulación con el suelo urbano no son anomalías, sino expresiones contemporáneas de la misma dinámica que Castells describió hace medio siglo.

La reproducción social y el derecho a la ciudad

Castells introduce la noción de la reproducción social como clave de análisis. El capitalismo no solo debe organizar la producción (fábricas, empresas), sino también la reproducción de la fuerza de trabajo: vivienda, transporte, servicios públicos. La ciudad se convierte así en el espacio donde se organiza esa reproducción al menor costo posible para el capital.

En la actualidad, esta idea se revela con fuerza. La privatización de la vivienda, el transporte y los servicios urbanos en América Latina ha generado escenarios de exclusión y precariedad que confirman la tesis castellsiana. Los “guetos verticales” en Santiago, las favelas en Brasil o los barrios populares en Ciudad de México son el resultado de un urbanismo neoliberal que reduce el derecho a la ciudad a una mercancía, y que administra la pobreza como mecanismo de control social.

El papel del Estado y la gestión urbana

Castells fue claro en señalar que el Estado capitalista juega un rol central en la producción del espacio urbano. A través de políticas de vivienda, planificación territorial e infraestructura, el Estado busca garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo y gestionar los conflictos sociales derivados de la segregación.

Hoy, la vigencia de este planteamiento se observa en la forma en que gobiernos neoliberales promueven políticas de subsidio a la demanda (como en Chile), que transfieren recursos públicos a empresas inmobiliarias sin alterar la lógica de mercado. El Estado, lejos de garantizar el derecho a la ciudad, actúa como garante de la rentabilidad privada.

Movimientos sociales urbanos y resistencia

Otro aporte fundamental de Castells fue reconocer a los movimientos sociales urbanos como actores políticos relevantes. Luchas por la vivienda, contra desalojos, por el transporte o por espacios públicos no son simples reclamos sectoriales, sino expresiones de la lucha de clases en el espacio urbano.

La actualidad lo confirma: desde las tomas de tierra en Chile y Argentina, hasta los movimientos por el derecho a la vivienda en España o las luchas contra la gentrificación en Estados Unidos, los movimientos urbanos se han convertido en sujetos políticos que cuestionan la lógica mercantil del espacio. En América Latina, experiencias como las cooperativas de vivienda por ayuda mutua en Uruguay, la Gran Misión Vivienda en Venezuela o la Inmobiliaria Popular de Recoleta en Chile muestran que la resistencia urbana puede convertirse en proyecto transformador.

Conclusión

A más de cincuenta años de su publicación, La cuestión urbana sigue siendo una obra imprescindible para comprender la ciudad contemporánea. Su crítica a la visión tecnocrática del urbanismo, su enfoque en la reproducción social, su denuncia del papel del Estado y su reivindicación de los movimientos sociales urbanos mantienen plena vigencia en un mundo donde el neoliberalismo ha profundizado la mercantilización del espacio.

Pero más allá de su valor analítico, el legado de Castells es político: nos recuerda que la ciudad no es solo un lugar donde se vive, sino un campo de lucha. La crisis habitacional, la segregación y la exclusión urbana no se resolverán con reformas técnicas, sino con la disputa por el poder urbano y la construcción de alternativas que conciban la vivienda, el transporte y el espacio como derechos y no como mercancías.

La cuestión urbana no es, por tanto, un texto del pasado. Es un arsenal crítico para enfrentar el presente y pensar un futuro donde la ciudad sea escenario de emancipación, y no de opresión.

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