El comercio luce en verde (+3,9% interanual), supermercados, grandes tiendas y ventas online, y servicios marcan +2,4% con el empujón de educación por “baja base de comparación”. Pero al ajustar por estacionalidad, la foto se agrieta: servicios –0,6% mensual y comercio +0,1%. Es decir, no hay tracción sostenida; hay serrucho. Llamar “dinamismo” a esto es confundir caja de supermercado con productividad.
Por Equipo El Despertar
El Banco Central reportó que la economía chilena creció apenas 0,5% interanual en agosto, por debajo de lo que esperaba el mercado (0,9%–2,0%). La serie desestacionalizada cayó 0,7% respecto de julio y solo sube 1,3% frente a un año atrás. El propio emisor lo admite: el leve avance se explica por servicios y comercio, compensado por la fuerte caída minera.
La radiografía de “producción de bienes” es descarnada: –3,4% interanual, con minería –8,6% por menor extracción de cobre y un retroceso en generación eléctrica. La industria manufacturera apenas rasguña un +0,5% , alimentos arriba, química abajo, lo que confirma que fuera del tajo abierto no hay motor. La economía chilena vuelve a comportarse como un anexo del ciclo del cobre: cuando el metal tose, el resto se marea. Lenin lo anticipó con otra geografía: “la libre competencia engendra el monopolio” y aquí engendra monodependencia.
El comercio luce en verde (+3,9% interanual), supermercados, grandes tiendas y ventas online, y servicios marcan +2,4% con el empujón de educación por “baja base de comparación”. Pero al ajustar por estacionalidad, la foto se agrieta: servicios –0,6% mensual y comercio +0,1%. Es decir, no hay tracción sostenida; hay serrucho. Llamar “dinamismo” a esto es confundir caja de supermercado con productividad.
La volatilidad minera, que hoy nos hunde y mañana nos “salva” es el síntoma, no la causa. El problema es un modelo extractivo que exporta bruto e importa valor, y que privatizó los riesgos (territorios, agua, salud) para socializar la incertidumbre. David Harvey lo bautizó como “acumulación por desposesión”: la renta se queda arriba, los costos gotean abajo. Marx lo escribió sin maquillaje: “la acumulación de riqueza en un polo es, al mismo tiempo, acumulación de miseria en el polo opuesto”. Cambie “miseria” por precariedad y tendrá el gráfico del Imacec.
Mientras tanto, el discurso tecnocrático vuelve al mantra de “responsabilidad fiscal” y “orden”. Sin salarios reales que corran con el costo de vida, sin cuidados financiados para liberar horas de trabajo de las mujeres, sin encadenamientos productivos que industrialicen una fracción del cobre, la “mejora” estadística es puro maquillaje. Silvia Federici lo dijo sin eufemismos: la economía se sostiene en trabajo reproductivo no pagado; si el presupuesto lo ignora, reproduce la desigualdad.
El BC agrega que la minería y los servicios empresariales explican la caída mensual; es decir, el “core” del modelo y su gerencia se tropiezan al mismo tiempo. Por eso el “rally” del cobre que pronostican bancos de inversión no es política económica: es apuesta. Puede llegar, puede no; y si llega, sin reglas nuevas la renta vuelven a levantarla los de siempre. Samir Amin lo llamaba imperialismo colectivo: la periferia aporta recursos; el centro captura valor.
Si se quiere otro resultado, hay que cambiar los instrumentos: royalty progresivo de verdad y Fondo Soberano para transición y cuidados; refino y semielaborados con compras públicas y plazos verificables; negociación colectiva sectorial y fin de la subcontratación abusiva en minería e industria; agua y relaves con estándares exigentes y reparación territorial; transporte público y salud mental financiados como productividad, no como gasto. O, como recordaba Rosa Luxemburg, “reforma o barbarie”: reformar aquí es redistribuir la renta y diversificar; lo otro es seguir celebrando medio punto de Imacec entre escombreras.