¿Qué debería ocurrir si se quiere ganar y gobernar? Unidad con contenido: blindar 4–5 compromisos materiales en seguridad social, salarios, salud, pensiones y vivienda que no se negocian. Cierre del debate de ruptura: la coalición firma pacto público de continuidad más allá del resultado (y costo político para quien lo viole). Franja de clase: instalar que el plebiscito real es derechos sociales vs. restauración reaccionaria, y que “tercera vía” hoy = derogar derechos mañana. Perímetro de alianzas: sumar al centro sin regalar programa; el que entra, firma hoja de ruta, no al revés.
Por Equipo El Despertar
El presidente de la Democracia Cristiana, Francisco Huenchumilla, desató la incomodidad en el oficialismo al decir en El Mercurio lo que su partido conversa a escondidas: si Jeannette Jara pierde el 14 de diciembre, “se termina la coalición”. Traducido: Después de que el oficialismo realizara el tremendo gesto de salvar la vida a la DC, dicho partido está dispuesto a separar aguas y rearmar un eje “centroizquierdista” sin el PC ni el FA. El anuncio llega justo cuando el comando de segunda vuelta intenta despegar discurso y despliegue. La operación política es clarísima: instalar la derrota como escenario y reservarse libertad de movimiento.
Desde el resto del bloque, el libreto de contención: PS (Paulina Vodanovic) llama a no tomar decisiones “en medio del escenario electoral” y a persistir en coaliciones amplias; PC (Lautaro Carmona) pide “la más amplia unidad”; FA (Constanza Martínez) insiste en sin exclusiones. Todos empujan la foto de unidad; el ruido DC rompe el coro.
¿Qué está en juego y para quién? Para la DC: recuperar centralidad con una “tercera vía” posderrota, reeditando la Concertación sin izquierda transformadora, si al PC y al FA se les puede llamar asi: pacto socialdemócrata de administración del modelo, orden, gradualismo y mercado. Para Jara: cada duda pública erosiona el mensaje de mayorías contra Kast y alimenta la narrativa del “gobierno que ya se va”. Para el bloque popular: la amenaza no es solo perder la elección, sino que el resultado legitime una recomposición centrista que expulse el programa de derechos sociales y reinstale la gestión amable del capital.
“El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.” — Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista, en Obras Escogidas, Progreso, 1980.
La DC entiende esto mejor que nadie: fue bisagra de ese Estado por décadas. Si huele debilidad, busca volver a administrar con “gobernabilidad” y “moderación”. La dialéctica es vieja: cuando la derecha aprieta (Kast), el centrismo regatea hacia el orden; cuando la izquierda asoma, el centrismo amenaza con irse.
El “se termina la coalición” es una señal al gran empresariado y al centro mediático: la DC ofrece estabilidad sin PC/FA a cambio de volver a la mesa grande. En campaña, eso desmoviliza al voto popular —que escucha fractura, no proyecto— y normaliza la hipótesis Kast. El timing no es ingenuo.
“Entre derechos iguales decide la fuerza.” — Marx, El Capital, t. I, en Obras Escogidas, Progreso, 1980.
En elecciones, la fuerza es unidad programática, calle activa y claridad de antagonismos. El centrismo apuesta por lo contrario: ambigüedad.
¿Qué debería ocurrir si se quiere ganar y gobernar? Unidad con contenido: blindar 4–5 compromisos materiales en seguridad social, salarios, salud, pensiones y vivienda que no se negocian. Cierre del debate de ruptura: la coalición firma pacto público de continuidad más allá del resultado (y costo político para quien lo viole). Franja de clase: instalar que el plebiscito real es derechos sociales vs. restauración reaccionaria, y que “tercera vía” hoy = derogar derechos mañana. Perímetro de alianzas: sumar al centro sin regalar programa; el que entra, firma hoja de ruta, no al revés.
Lo de la DC no es “sincerar el debate”. Es un movimiento de clase: preparar el post–derrota para desalojar a la izquierda de la conducción y volver a la gestión del mismo modelo con buenos modales. Si el oficialismo tolera que se instale la derrota y el desalojo en plena campaña, pierde dos veces: en las urnas y en el programa. La alternativa es simple y difícil: unidad sin chantaje, programa con dientes y campaña que nombre al adversario de clase: el bloque que quiere devolver el país al orden empresarial.
