Desde una óptica marxista, el movimiento es transparente: la fracción liberal del bloque en el poder se ordena detrás de la opción que mejor garantiza “orden” y continuidad del modelo. “El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, escribieron Marx y Engels ( Manifiesto, Obras Escogidas, Progreso, 1980). Esa junta hoy habla de “unidad” mientras señaliza a los mercados que no habrá sorpresas: mano dura en seguridad, disciplina fiscal, paz para la inversión. El resto es decoración.
Por Equipo El Despertar
En su casa de calle Baztán y sin cámaras, Eduardo Frei Ruiz-Tagle recibió a José Antonio Kast para una “conversación franca y profunda”. No fue una cortesía cualquiera: el exmandatario declaró que “coincidimos en los temas esenciales” para Chile. La frase, disparada a diecinueve días del balotaje, no sólo incomoda a la DC, que institucionalmente respalda a Jeannette Jara; confirma el alineamiento de una parte de la vieja Concertación con la derecha dura.
El día de Kast fue redondo: por la tarde sumó el respaldo público de Cecilia Morel y de los hijos de Sebastián Piñera; por la mañana, el guiño reservado de Frei, con Magdalena Frei y el saludo de Martita Larraechea como telón de fondo. Kast agradeció la recepción, habló de “retomar el crecimiento” y “mejorar la vida de los chilenos”; Frei remató con la cantinela de “unidad” y “acuerdos amplios”. Unidad, sí; pero en torno al programa del capital.
No es un rayo en cielo despejado. En agosto, Frei ya había repudiado el apoyo DC a Jara y anunció que “no seguiría ese camino” (sin renunciar al partido). El encuentro de hoy profundiza esa brecha y le da respetabilidad centrista a Kast justo cuando busca proyectar transversalidad. En la DC, los sectores moderados suspiran; en el oficialismo, el gesto hace ruido en plena segunda vuelta.
Desde una óptica marxista, el movimiento es transparente: la fracción liberal del bloque en el poder se ordena detrás de la opción que mejor garantiza “orden” y continuidad del modelo. “El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, escribieron Marx y Engels ( Manifiesto, Obras Escogidas, Progreso, 1980). Esa junta hoy habla de “unidad” mientras señaliza a los mercados que no habrá sorpresas: mano dura en seguridad, disciplina fiscal, paz para la inversión. El resto es decoración.
¿En qué “temas esenciales” coinciden? No hace falta imaginación: crecimiento antes que derechos, “modernización” laboral, pensiones sin tocar el corazón del negocio, extractivismo con apellido “verde”, subsidiariedad maquillada. Kast pone el garrote y la agenda; Frei coloca la firma de la Transición. Para decirlo sin eufemismos: el centrismo sin pueblo se arropa con la derecha para bloquear cualquier giro social.
El efecto electoral es doble. Primero, desarma la narrativa de “extremos”: si un expresidente DC se sienta con Kast y dice que concuerdan, parte del voto moderado se siente autorizado a cruzar el río. Segundo, erosiona la campaña de Jara al instalar la idea de que la coalición se resquebraja y que, gane quien gane, mandan los acuerdos de élite.
Para el campo popular, la lección es áspera pero útil: no hay neutralidad. O se construye unidad con programa —salarios, pensiones públicas, vivienda, salud, negociación por rama, control de precios estratégicos—, o la unidad la construye la derecha con los exconcertacionistas y la factura la paga el pueblo. “Entre derechos iguales decide la fuerza” (Marx, El Capital, t. I). En campaña, esa fuerza se llama claridad de antagonismos, movilización social y compromisos no negociables. Lo demás es terapia de grupo.
Veredicto: Frei no “dialoga”; blanquea. Ayuda a cerrar el círculo del bloque burgués en torno a Kast y empuja a la DC hacia su hábitat natural: la administración amable del neoliberalismo. Si el oficialismo responde con tibieza, pierde dos veces: la elección y el programa.
