Desde la FRVS, la respuesta fue inmediata: acusaron a La Moneda de “castigar” a un partido que ha defendido históricamente la descentralización y los intereses de las regiones. En contraste, desde Palacio recalcaron que el Gobierno tiene derecho a conformar su gabinete con personas que compartan plenamente el proyecto político. La remoción, sostienen, es un acto de coherencia antes que de revancha.
Por Equipo El Despertar
El presidente Gabriel Boric decidió remover al ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, luego de que la Federación Regionalista Verde Social (FRVS), partido al que pertenecía, sellara su ruptura con el oficialismo y se declarara independiente de la coalición de Gobierno. El movimiento fue interpretado como una señal de autoridad desde La Moneda, en medio de crecientes tensiones dentro del bloque progresista. Con esta decisión, Boric busca reafirmar la disciplina política en momentos en que la fragilidad parlamentaria obliga a tejer alianzas con bisturí.
La salida de Valenzuela, quien encabezaba la cartera desde el inicio de la administración, no solo marca el quiebre de la relación entre el Ejecutivo y la FRVS, sino que también desnuda la complejidad de sostener una coalición con partidos pequeños pero decisivos. La colectividad había venido mostrando distancia con el rumbo del Gobierno, particularmente en materia de descentralización y políticas regionales, hasta que finalmente anunció que votará sin ataduras con el oficialismo.
En el oficialismo la medida generó lecturas encontradas. Para algunos sectores, la remoción del ministro era inevitable: mantener a un representante de un partido que abandonó el barco podía ser visto como un signo de debilidad. Otros, en cambio, advirtieron que la decisión podría agravar el aislamiento del Ejecutivo y cerrar espacios de negociación con fuerzas que, aunque minoritarias, suelen tener la llave en votaciones estrechas en el Congreso.
Desde la FRVS, la respuesta fue inmediata: acusaron a La Moneda de “castigar” a un partido que ha defendido históricamente la descentralización y los intereses de las regiones. En contraste, desde Palacio recalcaron que el Gobierno tiene derecho a conformar su gabinete con personas que compartan plenamente el proyecto político. La remoción, sostienen, es un acto de coherencia antes que de revancha.
El episodio confirma la compleja aritmética política que enfrenta Boric. Con un Congreso dividido y un oficialismo que no logra consolidar mayorías estables, cada voto cuenta y cada partido pequeño se vuelve determinante. En este escenario, la salida de Valenzuela es tanto una advertencia como un intento de ordenar filas: el Gobierno está dispuesto a perder aliados incómodos con tal de sostener cierta coherencia interna, aun a riesgo de pagar un costo en gobernabilidad.