La discusión no es técnica: es política. ¿Debe el Banco Central tener mandato explícito sobre empleo y salarios? Jara dice que sí, y tiene un punto: hablar de “independencia” sin rendición de cuentas sobre el costo social de las decisiones es esconder el conflicto bajo la alfombra. Marx y Engels lo escribieron crudo: “El Estado moderno no es sino el comité que administra los negocios comunes de la burguesía” (Obras Escogidas, Progreso, 1980). Ese comité, bien representado por el Banco Central, supuestamente autónomo, hoy bendice o condena reformas laborales según convenga a la tasa de ganancia.
Por Equipó El Despertar
En un foro organizado por Fundación ChileMujeres junto a Emol y El Mercurio, Jeannette Jara apuntó sus dardos al Banco Central por incluir un análisis del mercado laboral en su último IPoM. “El Banco Central jamás en la vida había opinado de mercado laboral y ni siquiera está en su mandato… me alegra que ahora lo hagan, porque lo primero que voy a hacer es promover que se hagan cargo del análisis del mercado laboral como la Reserva Federal de EE.UU., que lo tiene en su mandato legal”, dijo, y remató con ironía: “lo encuentro curioso… lo hacen a dos meses de una elección y me llama la atención”.
La candidata reconoció tres puntos del informe que “no había visto antes” en esos términos: (1) que el alza del salario mínimo impulsó el crecimiento, “eso es una valoración positiva de la reforma”; (2) que suben los costos laborales, lo que en el análisis de la candidata, “pagar mejor es un costo necesario… la gente tiene que alcanzarle para vivir”; y (3) que automatización y digitalización sí pesan. Donde discrepó fue en atribuir efectos al régimen de 40 horas: “recién vamos en 44; ¿cómo va a ser que 60 minutos a la semana hayan generado el nivel de desempleo del país?”. El subtexto es nítido: usar el desempleo para disciplinar salarios es una vieja receta. Kalecki ya advirtió que a los grandes empresarios no les gusta el pleno empleo porque debilita su poder sobre el trabajo; el “timing” del Banco refuerza la sospecha sobre su independencia y su autonomía, pero no del Gobierno, sino que de la clase dominante.
La discusión no es técnica: es política. ¿Debe el Banco Central tener mandato explícito sobre empleo y salarios? Jara dice que sí, y tiene un punto: hablar de “independencia” sin rendición de cuentas sobre el costo social de las decisiones es esconder el conflicto bajo la alfombra. Marx y Engels lo escribieron crudo: “El Estado moderno no es sino el comité que administra los negocios comunes de la burguesía” (Obras Escogidas, Progreso, 1980). Ese comité, bien representado por el Banco Central, supuestamente autónomo, hoy bendice o condena reformas laborales según convenga a la tasa de ganancia.
Jara también le pasó la cuenta a José Antonio Kast por su historial en derechos de las mujeres: “me preocupa que la ultraderecha refleje retrocesos; en 2005 votó en contra de la ley de acoso sexual en el trabajo… ¿quién se puede oponer a regularlo?”, preguntó. Y criticó que el republicano declinara participar en el foro: “uno no puede estar escondido si quiere ser Presidente”. La escena exhibe dos modelos: el que defiende pisos de derechos como parte de la productividad social y el que quiere flexibilizar todo lo que encarece la contratación —incluida la dignidad.
Volvamos al mercado laboral. Que el Banco sostenga que “los costos laborales” presionan el empleo sin distinguir sectores, márgenes y poder de mercado es una cuenta coja. El mismo IPoM, según relató Jara, admite efectos positivos del salario mínimo y reconoce la automatización como fuerza de sustitución. Traducido: el ajuste no es consecuencia natural de pagar mejor; es la estrategia de empresas que protegen márgenes con tecnología y plantillas mínimas. Si esa es la realidad, el remedio no es bajar sueldos: es política de cuidados, formación, negociación colectiva sectorial y productividad por inversión, no por precariedad.
El tono de Jara no esquiva autocrítica (“Harta autocrítica siempre”, dijo), pero la dirige bien: no se puede cargar el desempleo a leyes que amplían derechos mientras precios administrados, concentración y externalizaciones hacen el resto. El debate serio es cómo se financia el ingreso vital, cómo se gobiernan sectores con poder de mercado y cómo se coordina al Banco Central con una política fiscal y de empleo que no trate a la gente como una variable de ajuste.
Finalmente, si el Central va a hablar de empleo, y debiera hacerlo, que sea siempre, con transparencia metodológica, desagregación por género y territorio, y escenarios que consideren mandatos duales (inflación y empleo) como la Fed. Lo otro, aparecer a dos meses de la elección con un relato que calza perfecto con la campaña de la patronal, es lo que Jara llamó con tino: curioso.
