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La Narco Derecha se hunde y Espert se cae del pedestal “libertario”: dinero sucio, avión privado y una renuncia que golpea a Milei

Oct 6, 2025

El vínculo Milei–Espert fue una montaña rusa: de padrinazgo casi religioso a la ruptura para la tele, de injurias a reconciliación táctica. El propio Milei, que blindó a su aliado hasta el último minuto, habló de “operaciones” y “mentiras”, tratando de salvarlo pero al final terminó cediendo a la presión de su círculo íntimo. Espert anunció la renuncia el domingo “entre lágrimas”, acusando al kirchnerismo de enlodarlo, y dejó a la Casa Rosada con otro frente de crisis reputacional a semanas de la elección. La peor versión de la Casta a la que tanto criticaba Milei, se encontraba a menos de un metro del ahora presidente.

Por Equipo El Despertar

El diputado José Luis Espert bajó su candidatura a la reelección en la Cámara Baja tras revelarse su estrecho vínculo con el empresario Federico “Fred” Machado, acusado por Estados Unidos en una causa de narcotráfico. La denuncia, impulsada por el peronista y ex candidato a la presidencia de Argentina, Juan Grabois y respaldada con documentos judiciales, sostiene que Espert recibió US$200.000 y usó varias veces el avión privado de Machado. Hasta ayer, Espert era uno de los aliados clave del presidente Javier Milei, que lo había perfilado como carta principal de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires.

La secuencia es conocida: Espert admitió públicamente la transferencia, pero la calificó como honorarios profesionales por una asesoría, no financiamiento político, y negó haber conocido antecedentes ilícitos del empresario. La defensa tropezó con la cronología y las reiteradas utilizaciones de aeronaves vinculadas a Machado. En el interior del oficialismo, la incomodidad fue inmediata: el escándalo erosiona una coalición que ya venía herida por la derrota provincial y que busca mayoría parlamentaria en las elecciones del 26 de octubre. Los argentinos comienzan a entender que el que vota por narcotraficantes, luego no puede quejarse del narcotráfico.

El vínculo Milei–Espert fue una montaña rusa: de padrinazgo casi religioso a la ruptura para la tele, de injurias a reconciliación táctica. El propio Milei, que blindó a su aliado hasta el último minuto, habló de “operaciones” y “mentiras”, tratando de salvarlo pero al final terminó cediendo a la presión de su círculo íntimo. Espert anunció la renuncia el domingo “entre lágrimas”, acusando al kirchnerismo de enlodarlo, y dejó a la Casa Rosada con otro frente de crisis reputacional a semanas de la elección. La peor versión de la Casta a la que tanto criticaba Milei, se encontraba a menos de un metro del ahora presidente.

Más allá del morbo, el fondo es de finanzas políticas. Cuando campañas y carreras se sostienen en capitales opacos, consultorías a medida, vuelos “de cortesía”, interpuestas, la línea entre aportes en especie, tráfico de influencias y lavado se vuelve difusa. Marx lo describió sin maquillaje: “El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros”; la narco economía, lejos de ser una periferia marginal, interseca con la logística electoral de los “paladines del mercado”.

Que el discurso “libertario” combine punitivismo para abajo y jets privados para arriba revela la doble vara del orden burgués: castigar al eslabón débil y blanquear, hasta que explota, la plata que vuela alto. Angela Davis lo ha señalado una y otra vez: el encarcelamiento masivo no resuelve la economía del delito; solo desaparece a los pobres, mientras las rentas criminales circulan por estudios y hangares.

Si hubiera voluntad de transparencia, las preguntas son elementales y verificables: ¿quién facturó los US$200.000 y por qué servicio? ¿Se declararon los vuelos como aportes en especie ante la Cámara Nacional Electoral? ¿Qué dijo la UIF sobre la procedencia de esos fondos? Sin esa trazabilidad, el “pago por asesoría” huele a puente contable. Y si se declara, entonces la discusión deja de ser “opereta” para pasar a tipificar delitos y responsabilidades.

Para Milei, la caída de Espert despeja un problema puntual y confirma un problema estructural: la coalición libertaria no es el antídoto contra “la casta”, sino su variante disruptiva: insultos en TV, financistas dudosos y el mismo viejo aparato de captura privada del Estado. Gramsci habría dicho que es el “cesarismo menor” de una época mediocre: mucho grito, poca hegemonía.

La renuncia llegó. Falta lo que casi nunca llega: papeles abiertos, bitácoras, contratos, beneficiarios finales. Sin eso, el episodio será otro escándalo útil para la pelea corta —y un salvavidas para la impunidad larga. Porque en América Latina, cuando el capital habla en dólares y despega en jet, la ética tiende a aterrizar de emergencia.

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