El país vive una insoportable crisis de recesión económica, falta de reservas – quemadas todas para mantener un artificioso e insostenible dólar apenas contenido en su precio – y una delirante fuga hacia adelante de endeudamiento que hipoteca a generaciones presentes y futuras de argentinos.
Por Equipo El Despertar
En Chile, la expresión popular “No me ayude, compadre” se usa de manera irónica para señalar que una ayuda mal planteada o inoportuna termina perjudicando en lugar de beneficiar.
Proviene del habla coloquial y suele emplearse en contextos políticos o sociales cuando un supuesto aliado – por torpeza, exceso o mal timing – agrava una situación oda argumentos al adversario.
El dicho encaja perfectamente para el presidente argentino, Javier Milei, frente a su homologo norteamericano, Donald Trump. Sí, porque ayer, le salió el tiro por la culata. Y es que sobran metáforas de refranes populares para su situación. Ayer, Milei corrió a los Estados Unidos a recibir un salvataje – a la vez económico y político – de vida o muerte, que le permita llegar siquiera a las próximas elecciones parlamentarias, a la vuelta de la esquina, este 26 de octubre. Desesperado por cualquier pan para hoy, no importe qué cueste mañana.
El país vive una insoportable crisis de recesión económica, falta de reservas – quemadas todas para mantener un artificioso e insostenible dólar apenas contenido en su precio – y una delirante fuga hacia adelante de endeudamiento que hipoteca a generaciones presentes y futuras de argentinos.
La crisis económica compite en intensidad con la política. Las mayorías que ya no llegan a fin de mes, sin endeudarse, son testigos del doble rasero libertario, con ajuste cruel para discapacitados, jubilados y universidades, pero privilegios de exenciones impositivas para los grandes monopolios cerealeros. Mientras, el presidente usa su cargo para realizar públicamente estafas con criptomonedas y su hermana cobra el 3% de coimas de dinero estatal robado a las medicinas de los discapacitados.
Para colmo de males, la cara emblemática de los libertarios en las boletas electorales que la gente debe marcar con su preferencia en apenas 10 días más, es un lavador de dinero del narcotráfico, avalado hasta hoy por Milei, aunque ya no está en competencia, obligado a renunciar y procesado judicialmente.
En el marco de ese cóctel de ilegitimidad, ayer, la ansiada reunión con el presidente Trump, resultó cuando menos contraproducente. Los mercados argentinos sufrieron un notable desplome. El índice Merval (Mercado de valores argentinos) cayó cerca de -9 %, los bonos soberanos en dólares bajaron hasta -12 % en algunos tramos, mientras que el dólar paralelo volvió a elevarse casi +6 % en su cotización diaria.
¿Qué había ocurrido? Que el todopoderoso, impredecible y nada amable jefe imperial norteamericano hizo declaraciones desconcertantes sobre los próximos resultados electorales como condición del apoyo: “Si el presidente pierde, no seremos generosos con la Argentina” y “Si pierde, no vamos a perder nuestro tiempo” fueron algunas de sus frases durante el encuentro con Javier Milei en la Casa Blanca.
Hoy, los ministros de Milei tienen como tarea urgente y común, deshacerse en explicaciones de que el inefable Trump no quiso decir lo que dijo, sino otra cosa. Mientras, ya se han hecho públicas las exigencias norteamericanas de que, para recibir la “ayuda”, Argentina debe cortar los lazos económicos con China. Un imposible juego de suma cero. Puesto que, de hecho, esos lazos son otro de los tubos respiradores artificiales de los que la agónica economía del país, simplemente, no puede prescindir.
Todo esto, sin mencionar el hecho fundamental – el elefante blanco en la habitación – de que la supuesta “ayuda” consiste en la renuncia total a cualquier soberanía sobre el propio manejo económico nacional argentino, entregado al de los intereses y estados de ánimo de los dirigentes de otro país, Estados Unidos. ¿Acaso hay alguna posibilidad de que algo así pueda salir bien?