Detrás del choque subyace el dilema estratégico: ¿centralizar el mensaje en La Moneda para polarizar con Kast y ordenar al bloque, o ceder protagonismo pleno a la abanderada para que levante voz propia sin quedar a la sombra del gobierno? La primera opción ordena pero personaliza el debate y eclipsa el programa; la segunda protege la autonomía de Jara, pero pierde tracción si el Presidente pauta todos los días.
Por Equipo El Despertar
Camila Vallejo respondió sin rodeos a la molestia del comando de Jeannette Jara por el protagonismo de Gabriel Boric en la campaña y sus dardos a José Antonio Kast: “El Presidente no sólo gestiona: también conduce políticamente y orienta sobre la participación democrática. No me puedo hacer cargo de las incomodidades de un comando” (Radio Infinita). Traducción: La Moneda no bajará el volumen.
En el entorno de Jara, el diagnóstico fue duro. Ricardo Lagos Weber habló de “ruido” y “distracciones”; Alejandra Sepúlveda describió la intervención presidencial como “un abrazo del oso”. En Palacio replican que Boric mantiene una línea constante —“no da lo mismo quién gobierna”— y que su rol incluye marcar diferencias frente al proyecto de Kast. La tensión expone la frontera delicada entre conducción política del gobierno y campaña electoral.
Detrás del choque subyace el dilema estratégico: ¿centralizar el mensaje en La Moneda para polarizar con Kast y ordenar al bloque, o ceder protagonismo pleno a la abanderada para que levante voz propia sin quedar a la sombra del gobierno? La primera opción ordena pero personaliza el debate y eclipsa el programa; la segunda protege la autonomía de Jara, pero pierde tracción si el Presidente pauta todos los días.
Desde una mirada materialista, es también una disputa por hegemonía. Gramsci enseñó que cuando el bloque no logra soldar consenso, se recurre a la personalización del liderazgo para suplir proyecto. Pero la hegemonía no se decreta desde arriba: se construye con sujetos sociales y propuesta concreta. Si la campaña no aterriza con nitidez ingreso vital, cuidados, salud, seguridad social y deuda de hogares, el vacío lo llenará el presidencialismo… o el adversario.
El episodio reaviva el debate sobre prescindencia administrativa. La ley permite opinar; Contraloría fija criterios estrictos: nada de recursos públicos ni actos oficiales con fines proselitistas. En La Moneda dicen ajustarse; en el comando piden calibrar tiempos y formatos para que los dardos a Kast no opacen a la candidata ni la condenen a ir a remolque de la pauta presidencial. En campaña, el timing es poder.
Mientras tanto, el electorado no vive de gestos. Entre inflación, precariedad y miedo, pide respuestas sobre salarios, cuidados, listas de espera y seguridad con derechos. Una campaña encajonada en “Boric vs. Kast” le sirve a los polos y ahoga el espacio programático de Jara. Marx recordaba que la política real se mide en la mesa de la cocina: si el oficialismo no habla allí, pierde.
La salida no es silenciar al Presidente, sino dividir el trabajo político: Boric defendiendo el balance institucional sin eclipsar; Jara dueña del programa con vocerías disciplinadas y territorio. Reglas de oro: un solo relato, prioridades claras y cumplimiento estricto de prescindencia. Sin ese orden, cada aparición presidencial será leído como “abrazo del oso”; con ese orden, puede convertirse en sincronía.
En resumen: Vallejo marcó la raya y el comando de Jara pidió aire. Lo que se resuelva en esta tensión dirá si el oficialismo logra articular gobierno y futuro —con una candidatura que hable a quienes viven de su salario— o si queda atrapado en fricciones que diluyen su propuesta ante un país cansado de carestía y promesas en el aire. La política que no baja al barrio no gana elecciones.
