Más de cuatro millones de niños y niñas en Argentina no tuvieron una alimentación adecuada durante 2024, según el último informe de la Universidad Católica Argentina (UCA). El estudio revela que el 59,4% de los menores de 17 años vive actualmente en situación de pobreza, y que casi el 15% sufre inseguridad alimentaria severa.
La causa inmediata: la política económica del gobierno de Javier Milei, quien en nombre del “libre mercado” ha impulsado una masacre social que arrasó con subsidios, programas alimentarios, empleo público y paritarias. En palabras del informe, existe un “retroceso significativo en el acceso a derechos básicos” y una “desestructuración generalizada de los hogares pobres”. En palabras más francas: hambre organizada desde el poder.
Mientras los mercados celebran la estabilidad del dólar y el superávit fiscal, millones de niños se acuestan sin cenar. La dictadura del capital exige su tributo: carne infantil a cambio de deuda externa pagada a tiempo.
¿Pobreza infantil? No: pobreza de clase
El informe no miente, pero no dice todo. No se trata de “infancia vulnerable” como eufemismo caritativo, sino de infancia explotada y despojada por un sistema que garantiza la riqueza de una minoría a costa de la vida de la mayoría. Como enseñaron Marx y Engels: “El obrero muere de hambre, mientras el burgués engorda.” (El Capital, Tomo I)
La pobreza infantil no es una falla del sistema: es su funcionamiento normal. El capital no tiene interés en garantizar bienestar a quienes no pueden consumir ni producir plusvalor. Por eso, cuando los niños dejan de ser consumidores útiles, se convierten en sobrantes del sistema, descartables.
La dictadura del mercado: una Utopía para los ricos, un infierno para el pueblo
El gobierno argentino ha hecho del ajuste fiscal un culto, bajo la lógica de que el mercado “se regula solo” y que los pobres deben aprender a vivir con menos. Pero la realidad empírica es esta:
- 15% de los niños pasa hambre.
- 59% vive en pobreza.
- Los comedores comunitarios han sido desfinanciados.
- Los alimentos comprados por el Estado fueron retenidos en bodegas, sin repartirse.
Estamos ante una ofensiva neoliberal donde la infancia deja de ser sujeto de derechos para convertirse en una variable de ajuste.
Conclusión: ¿crisis humanitaria? No. Guerra de clases.
Cada niño argentino que no come es el resultado de una decisión política. No del destino, no del azar, ni de una “crisis heredada”: es la aplicación sistemática de políticas que transfieren riqueza desde los más pobres hacia los más ricos. Como Marx escribió en 1848: “Los proletarios no tienen nada que perder, salvo sus cadenas. Tienen un mundo que ganar.”
En Argentina hoy, la lucha no es entre “Estado grande” o “Estado mínimo”, sino entre un pueblo hambriento y una burguesía que sigue devorando pan con foie gras mientras los niños no tienen leche.