El gobierno de Benjamín Netanyahu anunció esta semana su plan para crear una “ciudad humanitaria” en el sur de la Franja de Gaza, bajo la coordinación de agencias internacionales y el ejército israelí. El proyecto, presentado como una solución temporal para los civiles desplazados por la guerra, ha sido duramente criticado por organizaciones palestinas y defensores de derechos humanos, que lo califican como un nuevo capítulo de la limpieza étnica en curso, como una especie de campo de exterminio controlado
El plan contempla la construcción de viviendas modulares, infraestructura básica y seguridad militarizada, todo dentro de una zona controlada por el ejército ocupante. A cambio, Israel exige el desarme total de la zona, la cooperación de actores internacionales, y la subordinación de los desplazados a controles de seguridad permanentes. En otras palabras: un campo de reclusión con fachada humanitaria.
De campo de refugiados a gueto controlado
Lejos de ser un gesto humanitario, la “ciudad humanitaria” reproduce el modelo de los guetos coloniales y en particular el de los guetos nazis, donde una población derrotada, empobrecida y desplazada es confinada bajo vigilancia militar, con acceso restringido al agua, la energía, la movilidad y la vida política, en riesgo permanente de ser aniquilada a instancias de opresor.
Aunque algunos pretendan presentar esto como una acción humanitaria, esto es la forma estructural y tecnificada del exterminio. Israel no busca proteger a la población palestina, sino administrar su sufrimiento de manera controlada, eficiente y rentable, hasta su muerte.
“El colonialismo no necesita justificar su violencia: la convierte en arquitectura.”
(Frantz Fanon, Los condenados de la tierra)
Humanitarismo como herramienta del control imperial
Este tipo de iniciativas son características del imperialismo contemporáneo, que militariza el sufrimiento y gestiona la catástrofe para convertirla en discurso técnico, despolitizado y neutral. Se presenta como “asistencia” lo que en realidad es administración de la derrota.
Israel habla de “ciudad humanitaria” en el mismo momento en que ha asesinado a más de 58.000 palestinos desde octubre de 2023, ha destruido el 80% de la infraestructura civil de Gaza, mantiene bloqueos a la entrada de alimentos, combustible y medicinas y continúa bombardeando zonas residenciales y puntos de entrega de ayuda humanitaria.
Es decir: desplaza, mata y luego ofrece refugios en zonas militarizadas. La misma lógica que usaron los imperios en Argelia, Sudáfrica y las reservas indígenas de Norteamérica.
Una trampa para legalizar el desplazamiento forzado
Numerosos organismos internacionales advierten que esta medida podría:
- Consolidar el desplazamiento permanente de miles de palestinos.
- Establecer un nuevo régimen de segregación territorial.
- Convertirse en una zona de contención sin retorno, como una cárcel a cielo abierto.
Israel busca así borrar barrios enteros de Gaza del mapa, alegando “razones humanitarias”, y luego instalar a los sobrevivientes en campos gestionados por ONGs y militares.
“No hay acto más brutal que disfrazar la colonización de asistencia.”
(Angela Davis)
Conclusión: no es ayuda. Es control colonial con rostro humanitario
La “ciudad humanitaria” no es un refugio, es una jaula de control. No es reconstrucción, es administración de ruinas. No es compasión, es geopolítica del despojo.
Lo que necesita Gaza no es una nueva zona militar para sobrevivir bajo vigilancia. Necesita libertad, soberanía, reconstrucción y justicia. Y eso no lo puede ofrecer nunca el mismo Estado que ha bombardeado escuelas, hospitales, panaderías y viviendas durante nueve meses consecutivos.
Como dijo Marx:
“El opresor, aun cuando se disfrace de bienhechor, sigue siendo enemigo de clase.”