Bajo los puentes del río Mapocho, en pleno corazón de la capital chilena, vuelven a levantarse los rucos. Como espectros de una ciudad que finge no ver, hombres, mujeres, migrantes y familias completas sobreviven entre cartones, plásticos, frazadas mojadas y conexiones eléctricas precarias, mientras el Estado reparte frazadas y cifras optimistas.
Según testimonios recogidos por The Clinic, los desalojos anteriores no terminaron con el fenómeno, solo lo empujaron más abajo, más lejos, más invisible. Pero el frío no se va, y la necesidad de techo tampoco. Y así, los rucos —forma precaria de autoalojamiento urbano— resurgen como símbolo no de la excepción, sino del orden social vigente.
Sin casa, pero no sin clase: la expulsión estructural del pobre urbano
Desde una perspectiva marxista, los rucos no son un “problema social”, sino la expresión más brutal del funcionamiento normal del capitalismo chileno, que ha convertido la vivienda en un activo financiero, la ciudad en un negocio inmobiliario, y la pobreza en un delito.
“La producción capitalista sólo puede desarrollarse expulsando constantemente al trabajador de sus condiciones materiales de existencia.”
(Marx, El Capital, Tomo I)
El mercado no expulsa a los indigentes: expulsa a los trabajadores precarizados, endeudados, migrantes y cesantes, y los transforma en población sobrante. El sistema no los considera sujetos de derechos, sino cargas estadísticas.
La ciudad neoliberal: propiedad para unos, expulsión para otros
En Santiago, la vivienda dejó de ser un derecho hace décadas. Hoy:
- El metro cuadrado se cotiza en UF como si fuera una acción bursátil,
- Las inmobiliarias construyen torres para inversionistas, no para vivir,
- Los arriendos se disparan más rápido que los salarios,
- Y el Estado subsidia con vouchers al mercado, no con viviendas al pueblo.
Los rucos no son fallas del sistema: son su consecuencia directa.
Política pública: una frazada para tapar la desigualdad estructural
El gobierno ofrece “planes de invierno” y “rutas calle”, pero no hay política habitacional estructural que aborde la raíz del problema: la vivienda como mercancía.
Se reparten frazadas, se hacen censos, se inauguran albergues temporales… pero nadie toca a las AFP dueñas del suelo, ni a las inmobiliarias que especulan con barrios enteros. ¿Por qué? Porque ese es el modelo.
Conclusión: mientras la ciudad sea negocio, los rucos seguirán creciendo
Los rucos no son solo carpas. Son la arquitectura del despojo. Son la manifestación física de una sociedad que considera más legítima la especulación que el derecho a techo.
Quien duerme en el Mapocho no está fuera del sistema: es su víctima más coherente. Y no necesita lástima. Necesita organización, techo, tierra y poder popular.
“No se trata de ayudar al pobre, sino de abolir la pobreza.”
(Karl Marx)