Contra todo pronóstico del colapso económico y social, el chavismo liderado por el Presidente Nicolas Maduro Moros, no solo ha revertido la crisis sino que además muestra una capacidad singular: mantenerse cohesionado a través de su aparato político y militar. Las primarias del PSUV le permiten consolidar alcaldías y concejos incluso ante una supuesta crisis de legitimidad alimentada por denuncias de fraude y represión política de actores claramente alineados con los intereses del imperialismo de EEUU en la región.
Por Equipo El despertar
A pocas horas de abrirse las urnas en las elecciones municipales, el panorama político venezolano está marcado por una gran paradoja: el chavismo refuerza su arraigo institucional, mientras la oposición se desploma en fragmentación y deslegitimación pública. El duelo electoral del domingo 27 de julio será menos una disputa y más una confirmación del control, sin contrapes,o del PSUV sobre los municipios del país.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) espera una participación del 42 %, mientras que la oposición de extrema derecha cifra su expectativa incluso en apenas el 12 %, con un llamado a la abstención radical promovida por figuras opositoras como María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. A pesar de ello, varios partidos de oposición decidieron participar, pero sin capacidad significativa de disputa electoral real, lo que demuestra la nula capacidad de movilización de una oposición que ni siquiera es capaz de unirse frente a la consolidación del oficialismo.
Contra todo pronóstico del colapso económico y social, el chavismo liderado por el Presidente Nicolas Maduro Moros, no solo ha revertido la crisis sino que además muestra una capacidad singular: mantenerse cohesionado a través de su aparato político y militar. Las primarias del PSUV le permiten consolidar alcaldías y concejos incluso ante una supuesta crisis de legitimidad alimentada por denuncias de fraude y represión política de actores claramente alineados con los intereses del imperialismo de EEUU en la región.
La organización opositora mayoritaria ha insistido en la abstención, intentando deslegitimar el sistema electoral oficialista pero perdiendo todo espacio institucional debido a su casi nula fuerza electoral. Algunos opositores, como Juan Requesens, han defendido conciliar actos de participación limitada como forma de resistencia política viable; sin embargo, estos intentos no han logrado reconstituir el bloque fragmentado ni disputar el escenario nacional con cohesión.
Así las cosas, el chavismo no triunfa solo por adhesión mayoritaria espontánea: gana porque la oposición promueve opciones dispersas o abstencionistas ante su nulo apoyo popular. Les resulta más facil apostar a deslegitimar el sistema que competir pues la única certeza que tienen es que no son capaces de ganar. La oposición, lejos de intentar articular una alternativa de poder popular, se ha encerrado en debates tácticos internos que solo fortalecen la hegemonía cultural y política del oficialismo.
El escenario reproduce una vieja lógica: cuando la movilización popular se sustituye por el boicot político, el poder se concentra, y las urnas dejan de ser instrumentos de alternancia, pero por opción política de una oposicion absolutamente desprestigiada por servir a potencias extranjeras desde hace decadas.
El domingo se ratificará la continuidad de la revolución Bolivariana y aunque los votos entreguen alcaldías a algunos candidatos de la oposición, lo que no aparecerá por ningún lado es la posibilidad misma de una oposición organizada y con influencia. El chavismo profundiza su control territorial, mientras que una oposición fragmentada ha huido del campo electoral dejando el espacio libre a un Gobierno que pese a todas las presiones internacionales y los ataques de la prensa imperial consolida lo avanzado y promete un futuro cada vez mejor.
La clave para la republica Bolivariana de Venezuela no está en ganar elecciones, sino en seguir desarrollando formas de organización social, de resistencia colectiva y de articulación popular que permitan consolidar en el Estado lo que hoy aparece como monopolio político sin competencia real. La victoria seguirá siendo oficial porque se construye desde abajo, desde las calles, desde las comunidades y desde la unidad estratégica, entre gobierno, pueblo y fuerzas armadas.