Tras varios días de silencio y pánico, el gobierno optó por la vieja confiable, la simple y llana, censura. Con una cautelar judicial prohíbe la difusión periodística de los audios, no porque sean falsos, sino porque “comprometen la seguridad nacional”. Ya saben, la maligna potencia rusa no descansa. Bullrich muestra que las conexiones entre el espionaje ruso y el “comunismo bolivariano del siglo XXI” corren en paralelo a las desconexiones neuronales en su cerebro.
Por Ricardo Jimenez
¡Bienvenidos al show! La ministra de seguridad nacional de Argentina, Patricia Bullrich, pone la vara muy alta en el ámbito del ridículo público. Ha elevado el arte conspirativo al nivel maestro al sugerir que los audios de corrupción de la hermana del presidente, Karina Milei, que han conmocionado al país, mostrando una presunta red de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), serían obra de la siniestra “injerencia rusa”.
¿Quién podría pensar que una audiencia en Casa Rosada y presuntos repartos de robos contra los discapacitados podían ser objeto del más alto espionaje trasnacional?
¿Quién podría haber desentrañado el engaño global de Rusia, haciéndonos creer que está concentrada en una cruenta guerra con la OTAN en Ucrania y una alianza geoestratégica con China, cuando en verdad busca conocer las intimidades porcentuales mal habidas de la inefable Karina en tierras gauchas?
Bullrich nos pone ante un salto cuántico en la ficción represiva, Asimov y Bradbury mismos han sido destronados.
Desde el prosaico lado de los hechos, la acusación central viene de audios filtrados de Diego Spagnuolo, ex director de la ANDIS, ex abogado y amigo personal del presidente Millei, donde afirma que Karina Milei recibía el 3 % de coima, en un esquema que involucra al “circulo” íntimo de gobierno y generaba entre 500 000 y 800 000 dólares mensuales, robados a los programas públicos para discapacitados, ¡que en el mismo momento recibían recortes presupuestales, desprecios y desprestigios públicos del gobierno!
No hace falta decir que ese “3%” es una fuente inagotable de memes, gestos callejeros y bromas incontenibles. Pero el “manicomio argentino” – como se titula un gran programa de actualidad en Youtube – viene también con banda sonora. “Alta Coimera”, un coro que sigue la melodía de la conocida “Guantanamera” se hace canción viral. El jingle ya es un himno callejero, coreado como el hit del momento. Su masiva viralización, casi instantánea, muestra que la indignación se ha hecho espontáneo incendio de sencillo arte popular.
Tras varios días de silencio y pánico, el gobierno optó por la vieja confiable, la simple y llana, censura. Con una cautelar judicial prohíbe la difusión periodística de los audios, no porque sean falsos, sino porque “comprometen la seguridad nacional”. Ya saben, la maligna potencia rusa no descansa. Bullrich muestra que las conexiones entre el espionaje ruso y el “comunismo bolivariano del siglo XXI” corren en paralelo a las desconexiones neuronales en su cerebro.
Mientras la “libertad” de la derecha impone censuras periodísticas, el dólar sube, la economía colapsa y el Congreso se paraliza. El pandemónium libertario está servido. Entre coimas, jingles virales y películas de espías rusas, el gobierno inventa fantasmas, mientras la realidad cruje y se cae a pedazos. Y los argentinos, entre memes y cánticos, asisten al espectáculo circense.
¿Alguien pidió la banda sonora del derrumbe? Acá la tienen, disfruten: