En el pluralismo al que se refiere Vidal solo caben la derecha y la ex concertación, no hay espacio para organizaciones sociales, ni para universidades públicas, ni para organismos de DDHH. El pluralismo es para él, igual que para la derecha, un pluralismo binominal.
Por Equipo El Despertar
La reciente renuncia de Francisco Vidal a la presidencia del Directorio de Televisión Nacional de Chile (TVN) ha sido presentada, tanto por él como por los medios hegemónicos, como un acto de dignidad frente a los ataques de la ultraderecha encabezada por José Antonio Kast. Sin embargo, bajo la superficie de esta pugna personalista se oculta una lucha más profunda: la disputa entre fracciones políticas de la clase dominante por el control simbólico y político del aparato mediático estatal.
Vidal, militante del PPD y exministro de los gobiernos de la Concertación, anunció su renuncia este 9 de septiembre, luego de una serie de cuestionamientos por parte del comando republicano, que lo acusa de influir ideológicamente en los contenidos del canal público. “El pluralismo de TVN está garantizado por la composición política de su Directorio”, afirmó en su carta de salida, en una declaración que revela más de lo que intenta ocultar: la ficción del pluralismo burgués que reduce el debate político a un equilibrio de cuotas partidarias dentro del propio espectro del capital.
En el pluralismo al que se refiere Vidal solo caben la derecha y la ex concertación, no hay espacio para organizaciones sociales, ni para universidades públicas, ni para organismos de DDHH. El pluralismo es para él, igual que para la derecha, un pluralismo binominal.
Para el marxismo, los medios de comunicación del Estado no son instrumentos neutrales, ni árbitros objetivos del debate nacional. Siguiendo a Louis Althusser, se puede afirmar que TVN funciona como un “aparato ideológico del Estado”, es decir, una herramienta para reproducir las condiciones de existencia del modo de producción capitalista, mediante la legitimación de los valores dominantes: propiedad privada, democracia formal, orden institucional, y otras joyas del discurso burgués. Que la presidencia del directorio la ocupe un socialdemócrata de corte neoliberal, como los que abundan en estos días, o un reaccionario partidario de la dictadura de Pinochet, no altera la función estructural del canal: conservar el statu quo y reforzar el disciplinamiento social.
La derecha, que ha perdido momentáneamente el control del aparato estatal, ataca ahora a los rostros visibles del reformismo institucional, no porque busque una televisión “plural”, sino porque desea reinstalar sin intermediarios su propio aparato de propaganda. La crítica de Kast contra Vidal, a quien llamó “el bot número uno de Chile”, no es más que una ofensiva por profundizar la hegemonía ideológica del bloque más conservador, cuyo objetivo no es otro que reconstruir la legitimidad de las instituciones en crisis, a través de un relato aún más autoritario, nacionalista y empresarial.
Por su parte, Vidal defiende su gestión con un falso discurso de “pluralismo”, “profesionalismo” y “credibilidad”. Pero ese relato desconoce que el verdadero pluralismo informativo sólo es posible fuera del control y de la dependencia del capital, es decir, en una estructura mediática que no dependa de la rentabilidad, ni del avisaje y mucho menos del consenso artificial entre élites. Mientras la lógica empresarial y el chantaje político sigan marcando la pauta en TVN, cualquier defensa de la objetividad será mera fachada.
La renuncia de Vidal es, en última instancia, una maniobra para proteger el prestigio de la tecnocracia progresista, esa que durante décadas administró la miseria con lenguaje moderado. Al presentarse como víctima de la agresividad ultraderechista, el exministro busca consolidar una figura pública que siga siendo útil en el reacomodo de fuerzas de la democracia liberal, esa donde las diferencias entre los partidos se reducen a matices en la gestión del mismo modelo económico.
La pregunta que permanece sin responder, porque ningún medio burgués se atreve a formularla, es: ¿quién controla realmente los medios de comunicación? Mientras no se democratice radicalmente el acceso, la propiedad y la orientación de estos espacios, no habrá información plural ni televisión pública. Solo una vitrina más del teatro burgués donde los bloques del capital se reparten el escenario.