Dom. Sep 28th, 2025

Deuda para pagar deuda: Milei busca auxilio del Tesoro de EE.UU. mientras el mercado pasa la factura

Sep 20, 2025

Mientras tanto, el Banco Central quema reservas para comprar tiempo. No corrige estructura; compra minutos. La baja de precios de activos y el salto del riesgo país muestran que el “plan” ya no se evalúa por sus memes, sino por su capacidad de pagar. Y el préstamo buscado con el Tesoro, ni siquiera el FMI, confirma la fragilidad: si hay que ir a la ventanilla política para cubrir agujeros, la autonomía queda en el tintero. Marx y Engels lo escribieron para otras oficinas, pero calza a la perfección: “El poder ejecutivo del Estado moderno no es más que un comité que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa” (Manifiesto del Partido Comunista, Obras Escogidas). Ese comité hoy gestiona pagos y estabilidad para los tenedores de bonos.

Por Equipo El Despertar

Javier Milei admitió que su gobierno negocia un nuevo préstamo con el Tesoro de Estados Unidos y que las gestiones están “muy avanzadas”. El objetivo es prosaico y brutal: cubrir vencimientos de US$ 4.000 millones en enero y US$ 4.500 millones en julio del año que viene. No es crédito para invertir ni para ampliar la frontera productiva: es deuda para pagar deuda, mientras el Banco Central ya vendió US$ 1.110 millones en tres días para frenar la corrida y el peso se depreció 10% en septiembre. El S&P Merval cae 15% en el mes, los bonos en dólares se desploman 21,5%–30,7% y el riesgo país trepa a 1.454 puntos. El “mercado” ya votó; las urnas, en octubre, serán nota al pie.

El Presidente culpa a la oposición por “torpedear” su plan. El materialismo económico es menos romántico: los capitales disciplinan con precios de activos, riesgo y dólar. La macro muestra lo que Marx describió sin maquillaje: “El crédito público se convierte en el credo del capital”, una palanca que acelera la acumulación cuando sopla a favor y se vuelve látigo cuando la tasa sube y los flujos se revuelven (El Capital, Libro I, en Obras Escogidas, Ed. Progreso, 1980). El “nuevo préstamo” sería, en los hechos, un puente para no caer en atrasos… a cambio de condicionalidades explícitas o tácitas.

La economía política del rescate es conocida. Washington no presta por altruismo: exige alineamientos (geopolíticos y regulatorios) y disciplina fiscal-monetaria que licúa salarios y ordena prioridades del presupuesto. En castellano: más ajuste. Cada microdevaluación, cada ancla que atrasa el tipo de cambio, cada suba de tasas para “contener expectativas” transfiere valor desde el trabajo hacia acreedores, exportadores líquidos y formadores de precios. “Entre derechos iguales decide la fuerza” (Marx, El Capital, Libro I): la fuerza aquí es la del dólar, su escasez y quien lo emite.

Mientras tanto, el Banco Central quema reservas para comprar tiempo. No corrige estructura; compra minutos. La baja de precios de activos y el salto del riesgo país muestran que el “plan” ya no se evalúa por sus memes, sino por su capacidad de pagar. Y el préstamo buscado con el Tesoro, ni siquiera el FMI, confirma la fragilidad: si hay que ir a la ventanilla política para cubrir agujeros, la autonomía queda en el tintero. Marx y Engels lo escribieron para otras oficinas, pero calza a la perfección: “El poder ejecutivo del Estado moderno no es más que un comité que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa” (Manifiesto del Partido Comunista, Obras Escogidas). Ese comité hoy gestiona pagos y estabilidad para los tenedores de bonos.

Ganadores y perdedores no requieren lupa. Ganan los tenedores de deuda que cobrarán a la par o con cupones más jugosos, el complejo agroexportador que arbitra tipo de cambio, y los bancos que viven de tasas e intermediación en pesos caros y dólares racionados. Pierden asalariados y jubilados —caída del salario real y del poder de compra—, pymes estranguladas por tasas y demanda anémica, y provincias que verán recortes para cuadrar la caja nacional y cumplir con el catecismo del acreedor. Bajo la retórica de la “libertad”, se consolida la heteronomía de la economía.

El argumento oficial ofrece paciencia y promesas (“lo peor ya pasó”) mientras los indicadores dicen lo contrario. Si el préstamo llega, será un oxígeno de corto plazo que pateará vencimientos y anclará más condicionamientos; si no llega, la corrección la hará el mercado con devaluación, más recesión y más pobreza. No hay milagros: sin cambiar la matriz productiva, el país seguirá viviendo del siguiente flujo en dólares. Y la “gobernabilidad” dependerá menos del Parlamento que del humor de Wall Street.

Salir del bucle exige lo que ningún préstamo concede: balanza comercial genuina, política industrial y financiera soberana (reglas de cuenta capital, banca pública con mandato productivo, administración de comercio), y un pacto distributivo que no cargue todo el ajuste sobre el trabajo. De lo contrario, seguiremos leyendo el mismo parte: cae el Merval, sube el riesgo, el BCRA vende, el Tesoro norteamericano escucha, y el salario paga. Con otro Presidente, con otro eslogan, pero con la misma estructura de dependencia.

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