Más allá del parte diplomático, la escena es el manual del imperialismo contemporáneo: proyección de fuerza, zonas de exclusión de facto y un relato de “seguridad” que justifica patrullajes a las puertas del vecino. Lenin lo resumió hace un siglo: “el imperialismo es la fase superior del capitalismo”—la política exterior de los monopolios, con el Estado como brazo armado. En el Caribe, esa fase se traduce en cielos vigilados y aguas militarizadas, mientras los mercados y las rutas estratégicas quedan a resguardo de la bandera correcta.
Por Equipo El Despertar
Venezuela llevó al Consejo de Seguridad de la ONU su denuncia por una “incursión ilegal” de aviones de combate del régimen norteamericano, a unos 75 km de sus costas, en plena expansión del despliegue militar en el Caribe. El canciller Yván Gil informó que el representante alterno Joaquín Pérez entregó el reclamo al presidente de turno del Consejo, el embajador ruso Vasili Nebenzia. Caracas sostiene que el hecho “no solo amenaza la soberanía”, sino que contraviene el derecho internacional y la Convención de Chicago (OACI).
El gobierno de la Republica Bolivariana de Venezuela advierte que este episodio se suma a una “creciente militarización del Caribe”, con ocho buques del imperio, un submarino de ataque nuclear y 4.500 soldados desplegados, además de cazas F-35B estacionados en Puerto Rico. Para Washington, se trata de “operaciones antinarcóticos” aunque no haya aportado ninguna prueba que sostenga sus afirmaciones; para Caracas, es hostigamiento y preludio de una intervención ilegalk para apropiarse del petróleo venezolano. El ministro de Defensa de la Republica Bolivariana de Venezuela, Vladimir Padrino López, habló de “acoso militar” y llamó a evitar el “error de cálculo” de agredir a Venezuela. “El país ejercerá plenamente su derecho a la defensa”, remarcaron Exteriores y Defensa, exigiendo al secretario de Guerra de EE.UU., Pete Hegseth, cesar la “postura temeraria, aventurera y guerrerista”.
Más allá del parte diplomático, la escena es el manual del imperialismo contemporáneo: proyección de fuerza, zonas de exclusión de facto y un relato de “seguridad” que justifica patrullajes a las puertas del vecino. Lenin lo resumió hace un siglo: “el imperialismo es la fase superior del capitalismo”—la política exterior de los monopolios, con el Estado como brazo armado. En el Caribe, esa fase se traduce en cielos vigilados y aguas militarizadas, mientras los mercados y las rutas estratégicas quedan a resguardo de la bandera correcta.
Que la denuncia venezolana invoque la Convención de Chicago (pensada para aviación civil) refleja otra tensión: cuando el poder se ejerce con aviones de quinta generación y grupos navales, las líneas jurídicas se vuelven borrosas y el hecho consumado manda. Samir Amin lo llamaba “imperialismo colectivo”: alianzas que reparten zonas de influencia y luego administran el derecho. Por eso el foro es indispensable, pero insuficiente: sin costos políticos y económicos para quien viola el equilibrio regional, el Consejo de Seguridad se queda en actas.
Caracas anunció que llevará el caso también ante OACI, CELAC y el Secretario General António Guterres, buscando “medidas que impidan la repetición” de acciones “ilegales y peligrosas”. La disputa no es semántica: 75 kilómetros pueden ser aguas internacionales, pero también ADIZ, ZEE y espacios soberanos donde un sobrevuelo intimidatorio es mensaje, no rutina. Frantz Fanon puso la brújula: el colonialismo organiza el espacio por la violencia. Aquí, la violencia es aeronáutica y naval, y el espacio es el Caribe.
Desde una mirada latinoamericana, el problema es más viejo que los radares: Monroe en versión siglo veintiuno. Si hoy es Venezuela, ayer fue Cuba o Panamá; mañana puede ser cualquier puerto que incomode a la logística del centro. La respuesta regional no puede ser la abstención elegante: se requieren garantías colectivas, misiones de observación técnica, canales militares de descompresión y una posición común en CELAC que fije límites verificables. De otro modo, la periferia seguirá normalizando la bota en su patio.
En el intertanto, el cruce verbal seguirá. Pero lo que define la partida no es el adjetivo, sino el equilibrio de fuerzas. O el Caribe es espacio de cooperación bajo normas simétricas, o seguirá siendo corredor militar de una sola capital. Rosa Luxemburg lo dejó en binario: reforma o barbarie. En clave regional: derecho internacional efectivo o cielo administrado por portaaviones.
