“El bloqueo ha provocado pérdidas multimillonarias: solo en el último año se estimaron daños por más de 5 mil millones de dólares; a precios corrientes, el impacto alcanza los 164 mil millones y podría llegar a un billón 499 mil millones considerando el valor histórico del oro, lo que deprime el nivel de vida, exacerba la escasez crónica, fomenta la migración masiva y genera un ambiente de descontento constante en la población cubana. A pesar de ello el pueblo cubano de la mano de la revolución, resiste y enfrenta con creatividad y sacrificio la guerra que se les hace.“
Por Equipo El Despertar
Desde 1960, Estados Unidos mantiene un bloqueo ilegal, de carácter económico, comercial y financiero contra Cuba, reforzado por leyes como la Ley Torricelli y la Helms-Burton. Esta guerra económica en tiempos de paz ha dejado una huella devastadora en la vida cotidiana de millones de cubanos, afectando directamente su derecho a vivir con dignidad.
El bloqueo impacta todas las areas de la vida cotidiana del pueblo cubano y constituye una evidente limitación al desarrollo: Cuba no puede usar el dólar, acceder a créditos internacionales ni comerciar libremente, lo que frena el crecimiento de sectores estratégicos como salud, educación, energía y agricultura.
El bloqueo ha provocado pérdidas multimillonarias: solo en el último año se estimaron daños por más de 5 mil millones de dólares; a precios corrientes, el impacto alcanza los 164 mil millones y podría llegar a un billón 499 mil millones considerando el valor histórico del oro, lo que deprime el nivel de vida, exacerba la escasez crónica, fomenta la migración masiva y genera un ambiente de descontento constante en la población cubana. A pesar de ello el pueblo cubano de la mano de la revolución, resiste y enfrenta con creatividad y sacrificio la guerra que se les hace.
En junio de 2025, el gobierno estadounidense, mediante un memorándum firmado por Donald Trump, endureció aún más las sanciones: restringió remesas, prohibió viajes turísticos, bloqueó cualquier inversión extranjera vinculada al sector militar y reforzó restricciones financieras generales. Estos pasos agravan directamente la situación de vida en Cuba: menos ingresos, menor acceso a bienes básicos y aislamiento político. La pregunta que surge es obvia, si el sistema es tan malo, ¿por qué no dejar que se desarrolle en libertad? o será que le temen a que sea un éxito y termine por convencer al mundo que la superación del capitalismo es posible, justa y necesaria?
Lo mas grave es que el bloque calza perfecto con el concepto de castigo colectivo ya que el costo de esta política criminal, lo paga sin duda, la población cubana, desde niños enfermos sin medicamentos hasta familias separadas por fronteras de papel. Las nuevas generaciones: jóvenes que se ven forzados a emigrar ante la falta de oportunidades y condenados a registrar uno de los mayores éxodos de la historia de Cuba. y el sistema de salud pública, uno de los mejores del mundo, privado de tecnología médica e insumos esenciales, en medio de apagones crónicos y restricciones por el embargo.
Sin embargo, las sanciones también impactan a quienes se resisten: el bloqueo castiga a ciudadanos, familias, campesinos, académicos y trabajadores vinculados al tejido social cubano.
Esta política no es neutral: busca provocar sufrimiento y desestabilización interna como método de presión para derrocar al gobierno cubano, una lógica expuesta por el Imperio de EEUU explícitamente en sus propias letras legales. No es una medida unilateral pasajera: representa un paradigma de imposición extraterritorial que viola principios de derecho internacional al aplicar sanciones más allá de las fronteras estadounidenses.
Los cubanos viven una realidad que el mundo no debería negar y mucho menos permitir. El bloqueo ha sido rechazado de forma abrumadora por la Asamblea General de la ONU en múltiples ocasiones: solo EE.UU. e Israel, cómplices del genocidio en Gaza en donde el hambre también se ha convertido en un arma de guerra, han votado repetidamente en contra de su levantamiento.
La solidaridad internacional no es una opción: es un deber. Exigir el levantamiento del bloqueo no es gesto diplomático, es reclamo por justicia, derecho y dignidad. El bloqueo estadounidense constituye un crimen económico que ha mutilado el presente y el futuro de la isla caribeña. Mientras la fragilidad del modelo cubano sea real, es el cerco externo, no solo las políticas internas, el que perpetúa la crisis y extiende el sufrimiento.
Desmantelar este asedio no es benevolencia política. Es exigir el derecho a existir libremente, a construir desde dentro, a sanar después de décadas de agresión injustificada.